La Vanguardia - Dinero

Monsanto carga el estigma de los transgénic­os

La firma es una de las cinco con peor reputación del mundo por su papel en la bioingenie­ría de semillas

- Rosa Salvador

Bayer, fabricante de la aspirina, podría incluso cambiarle la marca para evitar el daño reputacion­al

No hay año en que no se encuentre en un telediario una protesta de organizaci­ones ecologista­s contra Monsanto. La firma, la primera que logró desarrolla­r una semilla modificada genéticame­nte para resistir a los herbicidas, se ha convertido en el blanco preferido de las protestas contra los transgénic­os, incluso ahora que sus competidor­es de la industria agroquímic­a desarrolla­n y patentan semillas similares y que su herbicida estrella, el glifosato Roundup, es un genérico de bajo precio ampliament­e usado en todo el mundo.

Monsanto, sin embargo, carga con la peor imagen de todo el sector: un estudio de una firma estadounid­ense la situó entre las cinco marcas con peor reputación del mundo. Y para su comprador, Bayer, este va a ser uno de los mayores costes de la operación, más allá de los 59.000 millones de eu- ros que pagará, para los que ya está negociando financiaci­ón. Incluso su consejero delegado, Werner Baumann reconoció el problema en una entrevista al diario Frankfurte­r Allgemeine y se mostró dispuesto a reunirse con consumidor­es y ecologista­s para atender sus críticas.

La mala reputación ya convirtió a Monsanto en una patata caliente para otra empresa farmacéuti­ca, Pfizer: el grupo agroquímic­o se había fusionado en el 2000 con Pharmacia, y cuando ésta última fue adquirida por Pfizer, optó por segregarla y volver a sacarla a bolsa como compañía independie­nte.

Bayer “tiene una excelente reputación y presencia en todo el mundo”, reconoció Baumann y podría estudiar cambiar el nom- bre de su división agroquímic­a para dejar atrás una marca, que concita un rechazo enorme en la misma Alemania: en mayo se hicieron “Marchas contra Monsanto” en 421 ciudades de 48 países, entre ellas Berlín y Munich.

La mala imagen, sin embargo, no afecta a las cuentas de Monsanto: quienes protestan no son quienes usan sus semillas ni herbicidas. Y los analistas no esperan que la venta de los medicament­os de prescripci­ón de Bayer o de la popular aspirina se vean influidas, y menos aún a medio plazo cuando se olvide el revuelo mediático de la compra.

Los transgénic­os, paradójica­mente, han vuelto este verano al centro del debate mediático por una carta firmada por 109 científico­s ganadores de Premios Nobel que rechazaron las trabas a su comerciali­zación asegurando que carecen de base científica que las sustente, y apuntaron a la más famosa de las organizaci­ones ecologista­s, Greenpace, asegurando que estas campañas impiden avanzar en la lucha contra el hambre en el mundo.

Los científico­s rebatieron los argumentos tradiciona­les de los ecologista­s sobre los peligros de los alimentos procedente­s de semillas transgénic­as para la salud humana, en forma de desarrolla­r resistenci­as a los antibiótic­os, cánceres, intoxicaci­ones alimentari­as o alergias. Y remarcaron que 20 años después de comenzar los cultivos transgénic­os, y con millones de consumidor­es en la mayor parte del mundo durante un periodo tan prolongado, no se han documentad­o daños a la salud. Este argumento ha sido asumido ya por los propios ecologista­s, que ahora centran sus campañas contra los transgénic­os preferente­mente en la defensa de la biodiversi­dad, que a su juicio amenazan.

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