¿Qué futuro le espera al centro de datos?
La digitalización de los ‘datacenters’ es inevitable pero el ritmo del cambio y sus consecuencias son una incógnita
La conversación arrancó con dos preguntas directas, de manual: ¿cuál será el perfil de los centros de proceso de datos en la era de la computación en la nube? y ¿podrán/sabrán adaptarse los vendedores de tecnologías de la información –básicamente, de infraestructuras físicas– a ese cambio que se presume imparable? Uwe Neumeier, vicepresidente de Fujitsu para la región Emeai, amalgama que incluye el continente europeo, se dispone a relatar de qué habla con sus clientes. Los CIOs ( chief information officer) están tanto omásperplejosquelos vendedores, dice.
Neumeier, cuya responsabilidad abarca el negocio de infraestructura y soluciones de datacenter de Fujitsu en la mayoría de mercados no asiáticos, reconoce la dificultad de captar a qué ritmo asimilará cada centro de datos la digitalización y sus consecuencias. “En otros tiempos, yo podía sentarme con un cliente para argumentar las virtudes de tal servidor o de tal sistema de almacenamiento; hoy la conversación es muy distinta”.
Interpretar la circunstancia de cada empresa es fundamental para vender tecnología. La inmensa mayoría de los centros de datos existentes están definidos por hardware, y son el resultado de cuantiosas inversiones, que no pueden echarse por la borda por mucho que se les diga que con los nuevos paradigmas, serían más eficientes y mejor gestionables a condición de ser definidos por software. Porque –precisa– todo datacenter acabará estando definido por software, pero no de la noche a la mañana.
Las cuatro grandes tendencias del mercado son, desde el punto de vista de Fujitsu, “el realineamiento de las cargas de trabajo, la hiperconvergencia, la modularización y la transformación de la red [...] Tenemos una comprensión muy buena del mundo físico, pero lo que da sentido a la digitalización es que sea capaz de soportar la evolución de los modelos de negocio: ¿se necesita procesar un alto volumen de datos? ¿o es más importante la alta disponibilidad?, ¿son sensibles los datos?, ¿alguna regulación condiciona los procesos?, ¿qué interacción quiere tener con sus usuarios? ¿en qué plazo piensa renovar las aplicaciones actuales? Y, muy importante, ¿tiene apremio por la reduc- ción de costes o puede graduarla en dos o tres años? La transición del mundo físico al digital plantea la cuestión de saber para qué y a qué ritmo se pretende digitalizar según qué procesos, resume.
En esta ecuación entra el legacy [el hardware y software que todavía funciona pero habrá quereemplazar algún día]. ¿Es esta herencia el obstáculo para que las empresas den ese salto a la nube que tanto se les recomienda? “Puede ser un factor, pero la realidad es que no todos están entrenados para saltar”. Aduce Neumeier que el CIO, normalmente gestor y guardián del legacy, está mutando de piel: “Han escapado a su control ciertas funciones como el soporte al marketing; pronto descubrirá que ha pasado de ser responsable por el 80 o el 100% del presupuesto de TI a ceder el 50% para que lo gestione directamente el CFO [ chief financial officer]”.
A estas alturas, Neumeier introduce una categoría, “el CIO moderno”. En lugar de un personaje agobiado por resolver contingencias, lo describe como alguien “estrechamente vinculado al negocio; cuanto más cerca, mejor para que la arquitectura de TI genere ventajas competitivas”. Su papel nosedesvaloriza por ello, sino que seguirá velando a la vez por el capex y el opex [inversión de capital y gasto operativo]. Dos parámetros decisivos antes de inclinarse por migrar a una nube privada, que le exigirá modernizar y virtualizar el centro de datos, o por una externalización total o parcial (nube pública o híbrida) “calculando concienzudamente la ratio de utilización y el nivel de servicio exigible al proveedor”. La regla central – sintetiza– es que la menor interferencia manual en la infraestructura.
¿Cambia por esto la oferta de