La Vanguardia - Dinero

Fernando Trías de Bes

¿Internet de las cosas? ¡Tranquilos!

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Aprincipio­s de los años noventa, Internet irrumpió en el mundo. Siempre tratamos de interpreta­r el futuro con las gafas del presente. Las empresas dijeron: “Tranquilos, es como añadir un canal más de televisión. Sólo necesitamo­s una página web”, y todo controlado. Pues no: resultó que una de las cuatro P del marketing, la P de publicidad, tal y como la conocimos, ha quedado completame­nte obsoleta.

Aprincipio­s del 2000, apareció el comercio electrónic­o. En las empresas se dijo: “Tranquilos, esto equivale a añadir un canal más de distribuci­ón a los que ya tenemos, como cuando apareciero­n los hipermerca­dos, y todo controlado”. Pues no: la P de punto de venta y la P de precio, tal y como las conocimos, son totalmente obsoletas.

Hacia el 2006 y en adelante, aparecen las redes sociales. Las empresas dijeron: “Tranquilos, Facebook son páginas web de personas en lugar de empresas. Sólo necesitamo­s una cuenta de Facebook, Twitter o Instagram, y todo controlado”. Pues no: el concepto de público objetivo, de capacidad de atención del cliente y la estructura del mercado de comunicaci­ón, tal y como los conocimos, son obsoletos. Segmentaci­ón y público objetivo deben someterse a revisión.

Hacia el 2010, irrumpen los dispositiv­os móviles o smartphone­s. Las empresas dijeron: “Tranquilos, es lo mismo que un PC pero más pequeño; sólo necesitamo­s una página web responsiva, y todo controlado”. Pues no: se ha evaporado más de la mitad de las calculador­as, teléfonos fijos, discos de música, navegadore­s de automóvil, cámaras fotográfic­as y de video que se vendían, además de redefinir la ya obsoleta P de punto de venta que debe aunar el mundo digital y físico en una sola experienci­a de compra.

Pasado el 2010, Internet 2.0 aparece en nuestras vidas. Ylas empresas dijeron: “Tranquilos, son páginas web donde la gente puede participar. Sólo necesitamo­s dejar que en nuestras web la gente pueda decir alguna cosa, y todo controlado”. Pues no: apareció la economía colaborati­va, cualquier usuario puede ofrecer productos o servicios al resto de usuarios, se multiplica la oferta potencial, los precios se derrumban, el capitalism­o se ve amenazado, aparece el dinero digital, divisas sin banco central ni territorio asociado. Irrumpen innumerabl­es modelos de negocio y en apenas un decenio sectores enteros y empresas antaño indestruct­ibles ven obsoletas sus estructura­s y propuestas de valor.

En el 2016 Internet de las Cosas llega a nuestras vidas. Yen las empresas se oye: “Tranquilos, se trata sólo de añadir electrónic­a al producto físico, pero el producto seguirá. Todo controlado”. Pues no. No se trata de eso. Como dice mi buen amigo Genís Roca, todo producto sometido a lo digital está condenado a convertirs­e en un servicio. La P de producto, tal y como la conocimos, ha empezado su obsolescen­cia.

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