Para el autor, estas empresas introducen un libre mercado sin reglas y despiadado
La llamada economía colaborativa puede generar en los próximos años, según vaticinan populares futurólogos económicos, un nuevo tipo de sociedad postcapitalista. Después de todo, la irrupción de las tecnologías de la información ha convertido en posible lo impensable. La tecnología digital, con su código binario, ha enviado a la reinvención permanente a sectores enteros de actividad. Si algo se puede transformarenunosyceros, significa que su reproducción básicamente no cuesta nada. La industria cultural e informativa ya lo han vivido en sus carnes, pero no van a ser los únicos a medida que avancen la robotización y la automatización.
Gente como Jeremy Rifkin cree que internet y las energías renovables allanan el camino a una economía colaborativa donde el capital social será másimportante que el financiero y compartir que competir. Y Paul Mason apunta que el capitalismo actual no es compatible ya con las nuevas tecnologías de la información y están apareciendo formas básicas de una economía poscapitalista, como la Wikipedia.
Sin duda el futuro de la economía colaborativa es enorme, pero hoy ese nombre lo ocupan en el imaginario popular gigantes como Uber, Lyft o Airbnb. Y defensores y detractores no les faltan. Para Mason, estas empresas no son la tercera revolución industrial sino capitalismo regresivo. Y lo mismo piensa TomSlee en Lo tuyo es mío, un libro que profundiza en los efectos de estos gigantes, con especial atención a Airbnb, que proyecta, dice, una imagen de colaboración pero agrava los problemas de muchas ciudades, y a Uber, a la que le da igual la comunidad y cuyo agresivo líder, Travis Kalanick, admiraaAyn Rand y su individualismo radical.
Para Slee hay una economía colaborativa con una visión comunitaria y cooperativa que se resume en la expresión “lo mío es tuyo”. Pero dice que para Uber o Airbnb el lema es “lo tuyo es mío”. La cultura de Silicon Valley, en la que internet y la actitud empresarial lo cambiarán todo, yenlaquelaaperturaesunvalor en sí mismo, están en el origen de estas empresas. Prometen ayudar a los individuos a tener mayor control sobre sus vidas convirtiéndose en microempresarios y parecen amenazar a los poderosos, desde cadenas hoteleras a bancos, gracias a la transacción entre iguales. Prometen además mayorsostenibilidad al utilizar recursos infrautilizados, promoviendo el acceso al bien en vez de su propiedad.
Pero estas empresas, señala, estánintroduciendounlibremercado despiadado y desregulado en ámbitos antes protegidos. La expresión “un dinerillo extra” es, advierte, la que se utilizaba hace décadas para los trabajos de las mujeres cuando no se los consideraba merecedores de un sueldo digno. Y son monstruos corporativos que desempeñanunpapelcadavezmásintrusivo en las transacciones que fomentan para ganar dinero y mantener su marca, reorganizando las ciudades sin respetar lo que las hace habitables. E inevitablemente, concluye, sus incentivos comerciales están desplazando a menudo a las formas no comerciales de colaboración.