Federalismo a la australiana
El tira y afloja entre gobierno central, que cobra gran parte de los impuestos, y estados, que tienen la competencia en los servicios, es parecido al de España
Canberra, capital de Australia, se esfuerza por convertirse en un pequeño Washington austral
“Australia (oficialmente en inglés: Commonwealth of Australia) es un país soberano de Oceanía, cuya forma de gobierno es la monarquía constitucional federal parlamentaria”. Así Wikipedia. Son muchos conceptos enunasolafrase; si se entienden o no es otra cuestión.
Veamos. Si la jefatura de Estado deAustralia la ostenta la monarquía británica, ¿cómo puede ser un país soberano? También es discutible que sea o no de Oceanía, ya que las olas del océano Pacífico sólo bañan el litoral oriental de la inmensa islacontinente. Desde el punto de vista geopolítico, pertenece más bien – y con cada vez mayor determinación– a Asia.
En cuanto al significado de “monarquía constitucional federal parlamentaria”, es probable que se halle en el alumbramiento de la Federación de Australia, que se produjo el día 1 de enero de 1901, cuando se confederaron los todavía existentes seis estados (al principio también Nueva Zelanda y Fiyi, pero estos no tardaron en descolgarse) y varios territorios e islas. El censo de aquel año cifró la población de Australia en 3.777.801 (¡los aborígenes no sería reconocidos como ciudadanos australianos hasta 1960!). Eso sí, el sufragio femenino data de las primeras elecciones federales, celebradas en 1902.
Los padres de la Federación podían permitirse ser eclécticos,ya que no sólo se quedaron con lo que consideraban lo mejor de sistema británico de derechos y libertades, sino que adoptaron ciertas características de la Constitución de EE.UU., sobre todo en lo referente al sistema congresual.
El Parlamento federal es respon- sable de los asuntos considerados de importancia nacional: Defensa, Exteriores, Comunicaciones, Aduanas, Comercio exterior, Servicios sociales, Hacienda e Inmigración. Comparte, además, competencias con los seis estados en áreas como educación, agricultura, energía, sanidad o justicia. Dicho de otra manera, quien recauda la gran mayoría de los impuestos es la Mancomunidad o Commonwealth, al tiempo que el grueso de los servicios son de competencia estatal.
Toda ley aprobada por el ParlamentohadeserratificadaporelGobernador General, que es quién representa la reina Isabel II en Australia. En 1975, este represente de la Corona destituyó el Gobierno laborista democráticamente elegido.
La Constitución aprobada en 1901 limita el poder del gobierno federal, ya que prevé que sólo podrá ser modificada mediantelacelebración de un referéndum que resultase favorable, por mayoría, a la enmienda propuesta. El Parlamento federal es bicameral: la Cámara de Representantes y el Senado. El voto para la elección de los miembros de ambas cámaras es obligatorio. Ahora bien, puede decirse que la políticaenAustraliaselibracomosifuera la consabida guerra por otros medios, sea entre partidos permanentemente enfrentados o bien entre las propias filas decadaunodeellos.
Se puede convocar plebiscitos a nivel estatal, pero cualquier cuestión quepudieraalterar la Constitución requiere de unreferéndum nacional. Hasta la fecha, se han celebrado 44 referéndums; sólo ocho dieron un aprobado al asunto propuesto. Uno de los más polémicos fue el de 1999, que fue de carácter doble. Porunlado, sevotabasíonoa la creación de una república australiana (el resultado: el 45,13% afavor; el 54,87% en contra); y, por otro, so- bre la inclusión de un preámbulo a la Constitución (el 60,66% votó en contra y el 39,34% a favor). Puesto que es obligatorio, votó el 95,1% del electorado.
Estos resultados serían sorprendentes en un país en el que las encuestas arrojaban una clara mayoría a favor de una república si no fuera porque, por muy republicanos que fuesen, tontos no eran. Dado que nadie supo o quiso explicar- les con claridad cómo se elegiría al presidente de dicha república, cuáles serían sus funciones o quién o quiénes controlaría sus facultades, creyeron más prudente continuar con ‘el mal conocido’, que tan mal no les iba ni les va. Queda por ver si el Brexit servirá para (re)animar el sentimiento republicano.
El constante tira y afloja entre gobierno federal y estados, que es muy parecido al de la España de la autonomías, dificulta la tarea de planificar a largo plazo a nivel nacional, como asimismo a financiar inversiones y servicios a nivel estatal. Esta rivalidad poco edificante suele acabar en un cacao monumental que conduce a una falta de transparencia por parte de todos y, siempre con un ojo puesto en las próximas elecciones, la enfermiza búsqueda de la aprobación en los medios, al tiempo que todos eluden asumir la responsabilidad de sus fracasos.
Sobre el papel, la Australia federal tiene mucho que ofrecer a los ciudadanos. Pero los estados carecen de la libertad fiscal que les permitiría gozar de los beneficios que les habría queaportar la Mancomu- nidad, mientras que a esta le imposibilita gobernar con toda la potencia de un gobierno central fuerte. Total: reina una nociva ambigüedad envuelta en recelos.
Antes de que se rodara la serie americana House of cards, ya existía la versión británica (1990), que es mucho más sutil y cruel. Pues bien, en vista del origen ecléctico de su Constitución, puede decirse que la política enAustralia se asemeja a un híbrido de estas dos versiones de unamismahistoria. Eso sí, sin cadáveres. Y Canberra, la capital erigida a medio camino entre Sydney y Melbourne, que siempre andan a la greña, se esfuerza por convertirse en unpequeñoWashington austral.
Puede que algún día Australia sea una república. Mientras, lo que necesita son: reformas consensuadas, poner fin a tanta ambigüedad fiscal y que los gobernantes asuman la responsabilidad de sus acciones.