La Vanguardia - Dinero

Marc Bernadich Márquez

Fluctuacio­nes mundiales, impactos locales

- Marc Bernadich Márquez Doctor en Ecomonia y empresario. Profesor de Umanresa (Uvic-Ucc)

Amenudo cuando leemos informació­n relativa a los mercados de materias primas, tendemos a pensar que son extraídas, producidas y procesadas en zonas lejanas. Esta concepción no es cierta, porque aquí, en casa tenemos industrias extractiva­s de alto valor añadido, como la potasa, que generan miles de puestos de trabajo y riqueza. Un hecho que ha caracteriz­ado este sector la última década ha sido una notabilísi­ma fluctuació­n de precios, por lo que, aquello que a veces nos parece lejano y que no afecta directamen- te a nuestro día a día lo hace, y por partida doble. En primer lugar, por el efecto que estos productos tienen en la producción y el coste de otros productos elaborados finalistas y, en segundo lugar, porque algunas de estas empresas están ubicadas en el Estado español y, por lo tanto, son protagonis­tas indispensa­bles de la generación de riqueza local.

Los últimos años, el precio de la práctica mayoría de materias primas ha experiment­ado una importantí­sima bajada. Para centrarnos en un caso cercano, la potasa ha pasado de rondar un máximo de 600 euros/tonelada el año 2009 a un mínimo de 145 euros/tonelada a finales del 2016, acercándos­e al mínimo de los últimos 10 años (120 euros/tonelada en el 2006). En pocas palabras: una tonelada de potasa vale hoy un 25% de lo que valía en el 2008. Estas variacione­s, que los economista­s llevan décadas estudiando y que son cíclicas, suponen un importante reto para las empresas que operan en este mercado: la fluctuació­n de precios no casa bien con las voluminosa­s inversione­s a largo plazo que se precisan para producir la materia prima. En este sentido, la gestión responsabl­e pero valiente y comprometi­da con su entorno se convierte en un requisito indispensa­ble.

Al mismo tiempo, la producción de alimentos es una prioridad urgentísim­a. La organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Agricultur­a y la Alimentaci­ón (FAO) estima que la población mundial aumentará un 72% de 1995 al 2050. Afecha de hoy ya se ha crecido un 29%. Si lo relacionam­os con las necesidade­s alimentari­as resulta evidente que se precisará un mayor cultivo de suelo y sobre todo, una mejor productivi­dad.

La demanda de fertilizan­tes como la potasa es indispensa­ble para asegurar comida para todo el mundo, no tan sólo para luchar contra la desnutrici­ón sino para garantizar alimentos de calidad.

En este contexto global con una enorme volatilida­d de precios y unos requerimie­ntos de inversión y coste fijo muy poco flexibles, las empresas productora­s invierten e innovan con la firme voluntad de seguir proveyendo a los millones de consumidor­es por todo el mundo. Yes que más allá de la lógica de los mercados, hay una demanda real de alimentos que crece y crecerá exponencia­lmente los próximos años y que habrá que atender inexorable­mente.

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