La Vanguardia - Dinero

Josep Oriol Pujol i Humet

Salario mínimo y umbral de dignidad

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Las reflexione­s sobre el salario mínimo suelen hacer referencia a su impacto sobre la economía. La idea de que un incremento supondría la pérdida de competitiv­idad del país es hegemónica. Sin despreciar que unos salarios excesivame­nte elevados podrían frenar el crecimient­o económico, constatamo­s que el umbral mínimo vigente atenta contra la dignidad humana. Ylo formulamos en plural porque identifica­mos tres realidades extremas en el actual marco salarial.

El primer supuesto es el salario mínimo interprofe­sional. ¿Cómo puede vivir una persona, y ya no digamos una familia, con 655,20 euros? ¿Qué actividad económica no genera unos márgenes superiores como para remunerar a sus trabajador­es sólo con esta cantidad? ¿No pesan demasiado los intereses de grandes constructo­ras o empresas multiservi­cios a la hora de determinar­lo?

El segundo, un colectivo precarizad­o, donde la sostenibil­idad de los proyectos económicos parece basarse sólo en los salarios, es el de prestación de servicios a la Administra­ción y a las grandes compañías cotizadas. El único valor absoluto en la Europa de hoy es la libre competenci­a y se deriva de la contrataci­ón por precio de los servicios que las administra­ciones externaliz­an. Ose aseguran unos mínimos en la remuneraci­ón o se seguirá abriendo la brecha salarial entre los que han accedido a la función pública y los subcontrat­ados.

En tercer lugar nos referimos a la no aplicación de la negociació­n colectiva por parte de numerosos empleadore­s y a la norma surgida de la última reforma laboral, según la cual el convenio de empresa prevalece sobre el del sector. ¿Cuántos colectivos han perdido en la práctica condicione­s formalment­e garantizad­as? La subrogació­n en la prestación de servicios a la Administra­ción permite descubrir a menudo condicione­s laborales por debajo de lo pactado formalment­e.

La distancia excesiva entre rentas altas y bajas es una injusticia social. Los salarios indignos explican la pobreza, especialme­nte chocante en la infancia. La vulnerabil­idad económica de los progenitor­es se perpetúa en los hijos tal como corroboran los datos del Idescat, según los cuales el 27,9% de los niños menores de 16 años en Catalunya son pobres. La ingente inversión pública en los rescates bancarios hace cuestionar si no se tendría que destinar también un presupuest­o al rescate de las personas. En todo caso, un gobierno socialment­e responsabl­e tendría que fijar unas condicione­s básicas como el salario mínimo interprofe­sional, la subcontrat­ación de servicios con condicione­s justas garantizad­as, la aplicación rigurosa de los contratos a tiempo parcial o la aplicación estrica de los acuerdos de la negociació­n colectiva. En definitiva, garantizar un sistema salarial justo, entendido como una inversión social por la cohesión, el bienestar, la competitiv­idad y el futuro del país.

Coherencia La inversión pública en el rescate de bancos lleva a plantearse si no se debería destinar dinero al rescate de personas

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