Portugal, en la era post-Fainé
CaixaBank debutó en bolsa en el 2010, en plena resaca de la crisis financiera, cuando Europa forzó a España a que las antiguas cajas de ahorros se transformaran en bancos. La entidad pudo pagar la dura factura de la crisis gracias a su cartera industrial y a la aportación de los beneficios de negocios no estrictamente bancarios, como los seguros. Con la mayor red de oficinas de España, el principal foco en la gestión de CaixaBank es cómo sacar partido de esta capilaridad –que aumentó en los últimos años con adquisiciones como las de Banca Cívica, Caixa Girona y Bankpime– para vender más productos y servicios a los millones de clientes del país. Junto con el foco en la rentabilidad que preocupa y ocupa a todo el sector, CaixaBank intenta de nuevo superar la asignatura pendiente de la internacionalización. Hasta la fecha, ni China, ni México, ni el austríaco Erste Bank han sido la panacea. El banco que ahora preside Jordi Gual, el nuevo presidente tras la marcha de Isidro Fainé a la Fundació La Caixa hace unos meses, confía en desembarcar con fuerza en Portugal de la mano de BPI. La oferta pública de adquisición (opa) está a punto de recibir las últimas aprobaciones de los reguladores y se espera que esté completada a lo largo del primer trimestre del 2017. Una vez que finalice la operación, la integración tecnológica y comercial de BPI se convertirá en la prioridad del banco para el próximo año. Más en el largo plazo, la profundización en el proceso de digitalización podría provocar nuevos ajustes en la red de sucursales de CaixaBank para adecuarla a sus necesidades comerciales.