¿Es posible y conveniente replicar Silicon Valley?
No existen las pócimas mágicas y cada ecosistema cuenta con sus propias peculiaridades de difícil replicación
La savia de todo ecosistema emprendedor se encuentra en la cultura emprendedora
Silicon Valley, ubicado en la Bahía de San Francisco, en el norte de California, es ampliamente conocido por su exitoso ecosistema emprendedor, especialmente para las empresas de base tecnológica o las denominadas tech startup. La sincronización cuasi perfecta entre los distintos agentes implicados hacen de Silicon Valley el paraíso emprendedor deseado por las mejores empresas del mundo para desarrollar sus actividades, sin importar su procedencia. Lo realmente importante es contar con un modelo de negocio innovador, rentable y sostenible en el tiempo, capaz de cumplir con los requisitos y exigencias de este entorno tan excepcional, adaptándose ágilmente a sus reglas del juego.
Cabe decir que son muchas las empresas que lo intentan, pero pocas las que lo logran. Sistemáticamente, gran número de ellas se enfrenta a la dura competencia en un escenario que no perdona el error pero que a la vez lo considera como parte esencial del proceso de aprendizaje. Éxito y fracaso coexisten como caras de la misma moneda en una tradición heredera del mítico sueño americano en la legendaria tierra de las oportunidades.
Universidades, start-up, grandes empresas, sociedades de capital riesgo, inversores privados, incubadoras y aceleradoras de empresas, parques tecnológicos y administraciones públicas, entre otros agentes del ecosistema emprendedor, se entrelazan entre sí a través de eficientes redes impregnadas de una cultura eminentemente disruptiva. Creatividad, riesgo, sacrificio, disciplina, relativización del fracaso, trabajo en equipo, pasión, etcétera, constituyen el punto de partida y también de llegada, de una nueva clase emprendedora en plena efervescencia, sin descanso en la carrera del éxito, pero tampoco sin excusas para intentarlo de nuevo en el caso de posibles discontinuidades empresariales.
Derrochando glamour emprendedor, Silicon Valley se brinda como hogar de las empresas punteras de alta tecnología. Mientras Apple, Facebook, eBay, Google, Hewlett-Packard, Intel, Tesla, Yahoo, etcétera, siguen escalando sus negocios, nuevas start-up aparecen (tal como fueron en su día las anteriores) para complementar sus actividades o quien sabe si algún día para ocupar su lugar. Dinamismo, adaptación, flexibilidad y mucho talento protagonizan la vida cotidiana en este polo de atracción de profesionales altamente preparados, a la luz de prestigiosas universidades como University of California at Berkeley y Stanford University, entre otras.
Silicon Valley, como caso paradigmático, se ha convertido en el modelo a seguir por parte de muchos ecosistemas que se inspiran (o tal vez, intentan copiar) una fórmula secreta seguramente inexistente. Mientras que la búsqueda de una pócima mágica alimenta las esperanzas de países, regiones y territorios por hacerse con las excelencias de Silicon Valley, huelga decir que la savia de todo ecosistema emprendedor se encuentra en la cultura emprendedora. En este sentido, cada ecosistema cuenta con sus propias peculiaridades de difícil replicación. Los valores culturales Los hábitos, las costumbres, las actitudes y en definitiva los valores culturales, no cambian de un día para otro, ni tampoco la socialización se reproduce de forma urgente y artificial. Así pues, no se trataría tanto de hacer un trasplante arbitrario de valores culturales y de buenas prácticas procedentes de otros ecosistemas, sino más bien de seleccionar aquellos aspectos potencialmente ajustables, aprovechando las propias fortalezas y oportunidades que conduzcan a la mejor versión posible de un ecosistema propio y distintivo, considerando el papel de las universidades como eje vertebrador de todo ecosistema emprendedor.
Las universidades como principales generadoras de talento y a través de sus funciones básicas (docencia, investigación y transferencia de conocimiento) deberían liderar el cambio cultural, coordinándose con el resto de agentes del ecosistema y construyendo a su vez, los pilares de una sociedad más emprendedora.
Ecosistemas emprendedores con estilo propio en lugar de réplicas improvisadas serían, pues, elementos esenciales para potenciar el tejido empresarial, en busca de mayor competitividad, crecimiento y sostenibilidad.