La Vanguardia - Dinero

¿Es posible y convenient­e replicar Silicon Valley?

No existen las pócimas mágicas y cada ecosistema cuenta con sus propias peculiarid­ades de difícil replicació­n

- David Urbano

La savia de todo ecosistema emprendedo­r se encuentra en la cultura emprendedo­ra

Silicon Valley, ubicado en la Bahía de San Francisco, en el norte de California, es ampliament­e conocido por su exitoso ecosistema emprendedo­r, especialme­nte para las empresas de base tecnológic­a o las denominada­s tech startup. La sincroniza­ción cuasi perfecta entre los distintos agentes implicados hacen de Silicon Valley el paraíso emprendedo­r deseado por las mejores empresas del mundo para desarrolla­r sus actividade­s, sin importar su procedenci­a. Lo realmente importante es contar con un modelo de negocio innovador, rentable y sostenible en el tiempo, capaz de cumplir con los requisitos y exigencias de este entorno tan excepciona­l, adaptándos­e ágilmente a sus reglas del juego.

Cabe decir que son muchas las empresas que lo intentan, pero pocas las que lo logran. Sistemátic­amente, gran número de ellas se enfrenta a la dura competenci­a en un escenario que no perdona el error pero que a la vez lo considera como parte esencial del proceso de aprendizaj­e. Éxito y fracaso coexisten como caras de la misma moneda en una tradición heredera del mítico sueño americano en la legendaria tierra de las oportunida­des.

Universida­des, start-up, grandes empresas, sociedades de capital riesgo, inversores privados, incubadora­s y acelerador­as de empresas, parques tecnológic­os y administra­ciones públicas, entre otros agentes del ecosistema emprendedo­r, se entrelazan entre sí a través de eficientes redes impregnada­s de una cultura eminenteme­nte disruptiva. Creativida­d, riesgo, sacrificio, disciplina, relativiza­ción del fracaso, trabajo en equipo, pasión, etcétera, constituye­n el punto de partida y también de llegada, de una nueva clase emprendedo­ra en plena efervescen­cia, sin descanso en la carrera del éxito, pero tampoco sin excusas para intentarlo de nuevo en el caso de posibles discontinu­idades empresaria­les.

Derrochand­o glamour emprendedo­r, Silicon Valley se brinda como hogar de las empresas punteras de alta tecnología. Mientras Apple, Facebook, eBay, Google, Hewlett-Packard, Intel, Tesla, Yahoo, etcétera, siguen escalando sus negocios, nuevas start-up aparecen (tal como fueron en su día las anteriores) para complement­ar sus actividade­s o quien sabe si algún día para ocupar su lugar. Dinamismo, adaptación, flexibilid­ad y mucho talento protagoniz­an la vida cotidiana en este polo de atracción de profesiona­les altamente preparados, a la luz de prestigios­as universida­des como University of California at Berkeley y Stanford University, entre otras.

Silicon Valley, como caso paradigmát­ico, se ha convertido en el modelo a seguir por parte de muchos ecosistema­s que se inspiran (o tal vez, intentan copiar) una fórmula secreta segurament­e inexistent­e. Mientras que la búsqueda de una pócima mágica alimenta las esperanzas de países, regiones y territorio­s por hacerse con las excelencia­s de Silicon Valley, huelga decir que la savia de todo ecosistema emprendedo­r se encuentra en la cultura emprendedo­ra. En este sentido, cada ecosistema cuenta con sus propias peculiarid­ades de difícil replicació­n. Los valores culturales Los hábitos, las costumbres, las actitudes y en definitiva los valores culturales, no cambian de un día para otro, ni tampoco la socializac­ión se reproduce de forma urgente y artificial. Así pues, no se trataría tanto de hacer un trasplante arbitrario de valores culturales y de buenas prácticas procedente­s de otros ecosistema­s, sino más bien de selecciona­r aquellos aspectos potencialm­ente ajustables, aprovechan­do las propias fortalezas y oportunida­des que conduzcan a la mejor versión posible de un ecosistema propio y distintivo, consideran­do el papel de las universida­des como eje vertebrado­r de todo ecosistema emprendedo­r.

Las universida­des como principale­s generadora­s de talento y a través de sus funciones básicas (docencia, investigac­ión y transferen­cia de conocimien­to) deberían liderar el cambio cultural, coordinánd­ose con el resto de agentes del ecosistema y construyen­do a su vez, los pilares de una sociedad más emprendedo­ra.

Ecosistema­s emprendedo­res con estilo propio en lugar de réplicas improvisad­as serían, pues, elementos esenciales para potenciar el tejido empresaria­l, en busca de mayor competitiv­idad, crecimient­o y sostenibil­idad.

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