El nuevo símbolo de estatus
La imagen personal se define por dedicarse a una profesión que obligue a estar siempre ocupado
Cuando el móvil empezó a popularizarse, se convirtió rápidamente en un símbolo de estatus, como ocurre habitualmente con las nuevas tecnologías. Pero la señal de prestigio por excelencia es que el terminal sonase a menudo. Se hicieron comunes anécdotas de personas que fingían estar hablando por teléfono, o que insistían a sus colaboradores que les llamasen cuando estaban en una reunión, con el objetivo de mostrarse ante los demás como gente muy solicitada. Esa actitud daba resultados, cuando no era descubierta, y cierta validez, que continúa siendo útil hoy, como señala el artículo Conspicuous Consumption of Time: When Busyness and Lack of Leisure Time Become a Status Symbol, realizado por Silvia Bellezza, profesora de Columbia Business School; Neeru Paharia, profesora de la McDonough School of Business de la Universidad de Georgetown, y Anat Keinan, profesora de la Harvard Business School.
Del mismo modo, asegura el estudio, que en el pasado la imagen personal quedaba definida por los bienes materiales que se poseían, mientras que en la actualidad está mucho más relacionada con el hecho de desempeñar una tarea profesional que obligue a estar muchas horas ocupado, lo que subraya un cambio profundo en la percepción social. Películas, revistas y programas de televisión populares han subrayado a menudo que las personas más favorecidas de la sociedad disfrutan no sólo de bienes materiales sino del tiempo de ocio asociado a su posición. Pero, en los últimos años, los anuncios publicitarios ya no retratan a ricos en un yate, jugando al polo o practicando el esquí, sino que los muestran como personas que tra- bajan muchas horas y tienen escaso tiempo libre. En Twitter, las celebridades se quejan públicamente de “no tener vida” o “de necesitar desesperadamente unas vacaciones”. Y, con mucha frecuencia, nos los muestran como aquellos que no hacen ninguna diferencia entre ocio y trabajo porque este les resulta lo suficientemente divertido, motivador y satisfactorio como para no precisar un espacio para que su mente descanse.
Personas siempre ocupadas
Las autoras de la investigación sostienen que este estilo de vida se ha convertido en un símbolo de estatus. Una persona permanentemente ocupada genera la percepción de que posee las características que más se valoran entre el capital humano, como son la competencia y la ambición, y que por tanto, es muy demandada en el mercado laboral. Según el estudio, lo que se pone de manifiesto en esta situación es que se ha operado un giro desde la posesión de bienes escasos –y por tanto caros–hacia la exhibición de cualidades personales escasas –y por lo tanto muy apreciadas–.
Este cambio en la atribución de estatus, asegura el estudio, está
relacionado con el desarrollo de economías basadas en el conocimiento, caracterizadas por mercados de empleo estructurados y demanda de capital humano cada vez más cualificado. En las economías avanzadas, el mercado de recursos humanos está altamente especializado tanto por el lado de la oferta, ya que muchas personas invierten en su formación para adquirir las destrezas y las com- petencias precisas, como por el de la demanda, ya que numerosas empresas, instituciones y head
hunters compiten por contratar a los mejores talentos.
En este contexto, el profesional, para mostrar que posee las cualidades precisas ante quienes trabajan en el mismo sector y ante posibles empleadores, no sólo requiere de la demostración de conocimientos determinados, sino de una cierta imagen de éxito que sugiera que se es alguien apreciado en la profesión.
Una señal de éxito
El mundo del trabajo cualificado exige muchas horas y una permanente puesta a disposición del cliente –sea el de consultoría, abogacía, o tantos otros–, y estar siempre ocupado es una señal evidente de que se trata de una persona que conjuga alguno de los requisitos indispensables para triunfar en el nuevo contexto: demuestra sentido de la responsabilidad, que se posee la entrega necesaria, esa que la tarea demanda y, al mismo tiempo, que se trata de un persona laboralmente valiosa, porque se está inmerso en esa rueda de actividad continua a la que sólo llegan quienes resultan más valorados.
Una persona ocupada genera la percepción de que posee una buena actitud, competencia y ambición En las economías avanzadas el mercado de recursos humanos está altamente especializado El profesional requiere cierta imagen de éxito que sugiera que se es alguien apreciado en la profesión