La Vanguardia - Dinero

Desprestig­io empresaria­l

Crece la mala fama de las grandes compañías, que se han olvidado de poner en valor su papel en el desarrollo y progreso de la sociedad

- Mariano Guindal Madrid

Desde la muerte del general Franco, el desprestig­io que sufren las grandes empresas no había sido tan fuerte. Eléctricas, bancos, petroleras, constructo­ras… (daigual el sector) son apreciadas por una parte de la sociedad como presuntos delincuent­es, y sus gestores son cuestionad­os continuame­nte. Un caldo de cultivo, alimentado tanto desde la izquierda como desde la derecha, que está calando en la sociedad.

Ante tal situación, lo más llamativo esquelas grandes corporacio­nes parecen haber dado la espalda a las organizaci­ones que defienden las ideas del mundo empresaria­l. Hace unas semanas quedó disuelto el Consejo Empresaria­l de la Competitiv­idad, formado por las 15 primeras compañías y el Instituto de Empresa Familiar, tras seis años de actividad; la patronal CEOE, que preside Joan Rosell cada día aparece más difuminada; el Círculo de Empresario­s, que lidera Javier Vega de Seoane, no ha logrado implicar a los principale­s gestores en los debates que se están realizando; lo mismo se puede decir de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), fundada en 1956 y tan activa en otros tiempos en la defensa de la figura del empresario, porque su papel ha quedado reducido a impulsar la informació­n de los directivos.

Los principale­s servicios de estudios, como Funcas, BBVA, Santander, La Caixa o el Banco de España, continúan haciendo su trabajo con esmero, pero siempre evitando ‘pisar callos’. A los think tank académicos e independie­ntes se les ningunea. Las grandes empresas parecen no haberse dado cuenta que la etapa actual probableme­nte sea la másimporta­nte a la que se enfrenta España desde el origen de la democracia: “Ahora más que nunca es necesario tener organizaci­ones intermedia­s que impulsen, apoyen y expliquen a la sociedad las reformas estructura­les que son necesarias para modernizar el país, y ayuden a realizar la transición económica para situarnos entre los más avanzados de Europa”, argumenta en privado el director ejecutivo de una patronal.

Sin embargo, el mundo empresaria­l tiene una visión chata de las organizaci­ones intermedia­s. Los empresario­s están tan obsesionad­os por su cuenta de resultados, por la internacio­nalización o por la digitaliza­ción de su negocio, que se han olvidado de todo aquello que no les aporte un beneficio tangible: ¿cuánto nos cuesta?, ¿que recibimos a cambio?. La coartada no es otra que el ahorro de costes.

Si nadie del mundo empresaria­l se preocupa por proponer soluciones a la alta tasa de paro y del incremento de la desigualda­d creado tras la gran crisis del 2008, las consecuenc­ias antes o después las ter- minarán pagando muy caras. Si no son capaces de transmitir al exterior una imagen independie­nte y creíble de lo que es España y de sus fortalezas, en algún momento tendrán que asumir los costes que produce el riesgo país.

Mejorar la imagen del empresario es algo que tenían muy presente los líderes empresaria­les cuando se inició la Transición Democrátic­a. La gran obsesión de José María Cuevas o de Carlos Ferrer Salat era cambiar esa idea que tenían los ciudadanos de los banqueros. Chumy Chúmez los dibujaba con chistera y encendiénd­ose un puro con un billete de mil pesetas. Cabezas máslúc ida scomoJ os éMaríaLó pez de Letona, Claudio Boada o Antonio Garrigu es se emplearon en cuerpo y alma en defender los postulados de la libre empresa como motor de progreso. Ahora nada de eso ocurre.

Es cierto que eran otros tiempos, pero eso no es óbice para impulsar el liderazgo empresaria­l comoocurre en otros países de nuestro en- torno. En Europa o en Norteaméri­ca los think tank y las organizaci­ones empresaria­les están a la orden del día. Enlos países másprósper­os existen auténticos líderes empresaria­les, que cuentan con el respaldo de sus colega sala hora de defender sus planteamie­ntos.

Probableme­nte el cambio generacion­al que se ha producido en las grandes empresas está directamen­te relacionad­o con tal dejación de funciones. César Alierta, Emilio Botín o Isidoro Álvarez estuvieron muy implicados en los movimiento­s empresaria­les; sus sucesores algo menos, por no decir nada… tal vez porque en las escuelas de negocios no se enseñen tales cosas.

Las grandes compañías parecen dar la espalda a las organizaci­ones que defienden al mundo empresaria­l A los ‘think tank’ académicos e independie­ntes se les ningunea desde la iniciativa privada

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