Integración vertical
Estrategia Los agricultores tienen que ganar dimensión a través de la cooperación y reforzar la comercialización directa con el consumidor
Son muchos los factores que confluyen en la crisis del campesinado, pero seguramente el principal proviene de un doble enfrentamiento: el de las empresas o explotaciones pequeñas con las grandes, y el de la agricultura con la industria y el de las dos con la gran distribución.
En un mundo de mercados globales, las pequeñas empresas agrarias, ampliamente mayoritarias en Catalunya, tienen que asumir una posición forzosamente subordinada en el ciclo productivo. Una posición que se traduce en la escasa rentabilidad de las explotaciones agrarias con la consiguiente autoexplotación, falta de recursos para invertir, dependencia excesiva de las ayudas públicas, envejecimiento y abandono de los payeses...
Hay varias estrategias para afrontar esta posición, como la especialización y la innovación, pero hay una sola que puede ser adoptada de forma mayoritaria: ganar dimensión a través de la cooperación y, a partir de aquí, entrar en el resto de fases del ciclo productivo: transformación industrial y comercialización directa al consumidor, que son las fases, sobre todo la última, que controlan el ciclo productivo y pueden imponer márgenes más elevados y generar retribuciones más altas.
Tenemos bastantes ejemplos de pequeños productores agropecuarios que, con diferentes trayectorias y casuísticas, han emprendido este camino con éxito. Llet Nostra se ha convertido en líder en el mercado catalán a partir de la agrupación de varias cooperativas lecheras que envasan y comercializan el propio producto. La Cooperativa Agrícola de Guissona ha abarcado el ciclo productivo completo. Los productores de cereales originarios se agruparon para producir primero piensos, después crearon mataderos y finalmente una creciente red de tiendas cárnicas bajo la enseña de BonÀrea. Que en medio la empresa se fragmentara y los productores de cereales se replegaran en la cooperativa tiene poca importancia. La salida de sus producciones está asegurada a unos precios que garantizan la viabilidad.
La cadena de productos frescos Ametller es otro caso de éxito basado en el producto de proximidad que producen en una gran finca en Sant Esteve Sesrovires. Es evidente que cuando venden plátanos no proceden de su finca, pero han dado una salida viable a sus producciones de frutas y hortalizas y lo han convertido en emblema y factor de competitividad. Podemos decir cosas parecidas de las viejas cooperativas vinícolas modernizadas, como la de Capçanes, que canalizan toda la producción de uva de los socios, invierten en procesos de alta calidad, se especializan –en este caso en vinos kosher– y venden directamente a la restauración o a los consumidores finales. Así pues, la solución al campo catalán pasa básicamente por la integración vertical hasta el consumidor final.