Estados Unidos contra China
Durante su campaña presidencial, Donald Trumpamenazó con gravar con aranceles del 35% al 45% las importaciones de China en un intento de forzar una renegociación de la balanza comercial entre ambas potencias. El resultado inmediato sería una guerra comercial que, con casi total seguridad, los americanos acabarían perdiendo. Ahora mismo desconocemos si Trump cumplirá o no su amenaza, aunque la retirada del acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) en los primeros días de mandato parece indicar que será fiel a sus promesas electorales.
Trumpse está adentrando en arenas movedizas. Ya demostró su ignorancia en asuntos asiáticos cuando el pasado diciembre aceptó públicamente una llamada de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, para posteriormente declarar que no entendía la política de una sola China y cuestionarse públicamente si debía respetarla o no. La decisión del abandono del TPPparece confirmar ese desconocimiento: la decisión sólo provocará que se acelere el cambio de liderazgo en la economía mundial. Estados Unidos será reemplazado por China.
Por el momento, China ha decidido esperar. Unaguerra comercial sería un problema especialmente grave para el Sudeste Asiático –importante socio comercial de ambos países–, pero no sería un descalabro para China. Enesta guerra de fuerzas, Estados Unidos necesita más a China que los asiáticos a los americanos.
Desafortunadamente para Trump, ya no estamos en los ochenta. Hace 20 años el equilibrio de fuerzas hubiera sido radicalmente distinto: China era un país subdesarrollado que necesitaba acceso a tecnología occidental y a nuevas técnicas de fabricación. Hoy, China tiene más de lo que necesita y, en cualquier caso, podría acceder fácilmente a nuevos recursos mediante distribuidores de fuera de Estados Unidos. Enel mismo sentido, el mercado americano ha perdido el atractivo de hace algunas décadas y ahora se percibe como un entorno maduro. Para Pekín y los productores chinos de ordenadores portátiles, teléfonos móviles, etcétera, resultan muchomásatractivas las nuevas regiones emergentes, como India, Latinoamérica o África.
Por el contrario, China es un mercado que Estados Unidos no puede ignorar. Afinales de 2015, los consumidores chinos habían comprado 131 millones de iPhones; en ese mismo periodo, las ventas totales en Estados Unidos apenas alcanzaron los 110 millones. Ylos iPhones sólo suponen una mínima parte de las exportaciones estadounidenses. Boeing, con 150.000 empleados en Estados Unidos, prevé que China comprará 6.810 aviones durante los próximos 20 años, con una inversión total de un billón de dólares.
Si Trumpiniciase la guerra comercial, los efectos serían inmediatos para compañías como Walmart, que importa billones de dólares en productos low cost dirigidos, fundamentalmente, a los mismos que confiaron su voto al nuevo presidente. El incremento de los aranceles provocaría un aumento de precios en casi todos estos artículos, hasta llegar a quedar fuera del alcance de las clases con menor poder adquisitivo. El resultado sería una guerra económica de desgaste en la que China está mucho mejor posicionada.
Las reservas de divisas en el gigante asiático se sitúan ahora en más de tres billones de dólares, frente a los 120.000 millones de las reservas de Estados Unidos. Los aranceles de Trumpsupondrían también penalizaciones de la Organización Mundial del Comercio que, incluso, podrían conducir al colapso de este organismo, originando aranceles todavía más elevados contra las exportaciones de Estados Unidos. Aunque podría tardar un tiempo, la inestabilidad sería catastrófica para el comercio y el empleo americanos. China, de nuevo, saldría relativamente indemne.
Dehecho, la relación entre Estados Unidos y China ya se está viendo alterada por otros actores. Por ejemplo, las ventas de iPhone en China compiten con productores locales y con la surcoreana Samsung, feliz de cubrir los segmentos de mercado más desatendidos. Asimismo, los chinos estarían encantados de invertir sus billones de dólares en comprar aviones a Airbus, compañía europea que ya construye una planta en China para ensamblar sus modelos de dos pasillos. Yenel mercado de la automoción, la mayoría de chinos estaría igual de orgullosa al volante de un Mercedes, un BMWoun Lexus, más que a los mandos de un Ford.
Pese a todo, tanto China comolos expertos en economía esperan que la guerra comercial se quede sólo en amenaza. El sistema político americano es relativamente maduro, con sus frenos y contrapesos, pero el nuevo presidente parece afrontar las decisiones complejas desde, exclusivamente, sus propias creencias y conocimientos. Y, desde ahí, cualquier cosa es posible.
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