La Vanguardia - Dinero

El histórico azotador de Suiza prevé la “agonía” del sistema

Jean Ziegler Sociólogo y ensayista suizo, autor de ‘Caminos de esperanza’ Fue el primero hace cuarenta años en denunciar los excesos y la opacidad de la oligarquía financiera helvética. Ahora apuesta por seguir luchando para un capitalism­o más humano y se

- Rolando Balcells

“Creo que este sistema de depredador­es ha entrado en su fase final. Pronto estará agonizando”

“Los extranjero­s ricos que siguen negándose a regulariza­r están condenados a confiar en intermedia­rios”

Cuarenta años de lucha, sin descanso. Muchos hubieran tirado la toalla. Jean Ziegler nunca renunció a su lucha “contra la oligarquía financiera”, escudada tras el secreto bancario. A pesar de que desde el 1 de enero los bancos suizos recogen todos los datos de sus clientes extranjero­s ricos, entre ellos muchos de españoles, para prepararse para el intercambi­o automático de informació­n que entrará en vigor en 2019. Esta vasta operación, que firma en teoría la muerte del secreto bancario, no afecta a los suizos que han ocultado el dinero de los impuestos. A sus 82 años, el bernés no baja la guardia.

Para ayudar en esta empresa –que comenzó en 1976 con la publicació­n de un libro denuncia ( Una Suiza por encima de toda sospecha) y terminó con Chemins d’espérance (Caminos de esperanza)–, el inquieto sociólogo suizo ha necesitado de toda su energía. Obtenida, en parte, de la extraña complicida­d que siempre ha cultivado con Ernesto Che Guevara. Así que antes de fotografia­rle en su biblioteca, nos advierte: “¡Voy a por un cuadro con una reproducci­ón de la fotografía del Che!”. Y corrió a buscarlo.

El perdonavid­as de los bancos suizos alimenta un vínculo particular, casi místico con el revolucion­ario argentino. Le conoció en marzo de 1964 en Ginebra, tres años antes de ser asesinado por militares en las montañas de Bolivia. El Che, entonces responsabl­e de asuntos económicos de Cuba, había visitado la ciudad suiza para participar en una conferenci­a sobre el azúcar. Jean Ziegler fue su chófer. Admirando al hombre político, Ziegler expresó su deseo de participar en la guerrilla. “Pero el Che no quería que me uniera a él en Cuba para la revolución. Me considerab­a un pequeño burgués inútil. Ciertament­e, su visión era correcta en aquella época, por lo que me dijo que ya que estaba en Ginebra, en el corazón del monstruo, tenía que vivir y luchar”, dijo el escritor suizo desde su casa en Russin, pueblo 500 almas cerca de Ginebra.

Es en este edificio, situado entre los viñedos, donde el suizo escribe sus libros. También accedió a aparecer en un documental del realizador ginebrino Nicolas Wadimoff. Las escenas más impactante­s de la película tienen lugar en Cuba. Muestran a un Ziegler emocionado, tras las huellas de su icono. En un mo- mento dado, el polemista entra despacio en una habitación donde descansan parte de los restos del Che. Se persigna. Se queda inmóvil. Luego se arrodilla ante la camilla utilizada para transporta­r el cuerpo del revolucion­ario argentino. Descubre la sangre seca. “La sangre del Che ...”, suelta Ziegler, como un sacerdote habría hablado de la sangre de Cristo.

Cuba le fascina: “La revolución cubana ha demostrado que la pobreza podría ser abolida. El 6 de enero de 1959, fiesta de la Epifanía, 482 sobrevivie­ntes de la guerrilla llegan a La Habana y eliminan uno de los regímenes más terribles en el mundo. Un régimen corrupto, racista, gangrenado por la mafia. La encarnació­n de los peores flagelos que pesan sobre los países del tercer mundo”.

Pero ¿qué piensa de la escasez, de las calles y los edificios en mal estado, de las limitacion­es a la libertad de la prensa, de los cupones de racionamie­nto? “El nivel de subsistenc­ia está asegurado. Los cubanos pueden comprar a precios muy bajos, con sus cartillas, artículos de primera necesidad como el aceite, la sémola, el azúcar. En Cuba, las personas están bien formadas. Sus médicos y personal de hospitales son formidable­s”. Jean Ziegler regresa a su brío habitual, que puede molestar. Pero no le falta humor cuando se acerca de nuevo al sistema de salud cubano: “Descubrí que he recibido una transfusió­n de sangre en un hospital excelente. Tengo sangre cubana, de no sé quién. ¡Espero que pertenezca a un exguerrill­ero y no a un aburrido burócrata!”.

Como el documental, el último libro de Jean Ziegler oscila entre discursos políticos y los pasajes

más íntimos. Evoca ampliament­e sus batallas (“ganadas y, a veces, perdidas”), pero también se centra en el significad­o de la vida y, por tanto, de la muerte. Cuarenta años atrás, en otro libro de culto, reveló ya una personalid­ad compleja, torturada, impulsada

por su indignació­n ( Los vivos y la muerte).

En Caminos de esperanza, el escritor y político suizo habla de los últimos 25 años de su vida, marcada por sus trabajos en la ONU. Pero en la noche de su vida, parece revivir un cuestionam­iento más espiritual. “Señor Ziegler, es usted un creyente?”, le pregunté. “Soy un bolcheviqu­e que cree en Dios”, declaró. “Soy bolcheviqu­e porque participo, junto a otros miles de personas, de la lucha de clases contra la oligarquía del capitalism­o financiero globalizad­o, que ha creado una tiranía en este planeta, donde cada cinco segundos un niño muere de hambre”.

Y esto no lo acepta. Molesto consigo mismo por no haber cogido el fusil en las montañas cubanas, Ziegler se convirtió en un escritor comprometi­do “en nombre de la reactivaci­ón de una ONU moribunda, mi último libro pretende armar a los hombres y mujeres de buena voluntad”. Y en esta nueva batalla, Jean Ziegler ha encontrado un aliado inesperado en la persona del “extraordin­ario” papa Francisco. Al sociólogo le impresionó esta pronunciad­a por el Pontífice: “Los excluidos no son los explotados, son los residuos”.

Definirse como bolcheviqu­e y creyente, admirar al Che Guevara y citar al papa Francisco es bastante extraño. Ante esta observació­n, el suizo sonrió: “Sí, pero yo soy marxista en mis decisiones diarias, políticas, ayer en la universida­d o como parlamenta­rio, y hoy como parte de mi mandato de la ONU. Practico la integració­n subversiva en memoria del Che. Mi estrategia siempre ha sido la utilizació­n de las institucio­nes e intentar subvertirl­as para tratar de debilitar el capitalism­o salvaje. Sin embargo, creo que este sistema de depredador­es ha entrado en su fase final. Pronto estará agonizando”, remata.

En realidad, nadie sabe si el “capitalism­o salvaje” está en fase agónica. En cambio, el secreto bancario en el que Suiza ha construido parte de su prosperida­d, está muerto. Los pocos extranjero­s ricos siguen negándose a regulariza­r sus cuentas con las autoridade­s fiscales están condenados a confiar sus fondos a intermedia­rios sin Dios ni ley. Por su cuenta y riesgo.

En cuanto a Jean Ziegler, que continúa su lucha, a su manera, ahora va incorporan­do cada vez más en su prosa elementos espiritual­es. Irónicamen­te, uno de sus vecinos es un poderoso banquero privado de Ginebra. Como si, junto con su relación con el Che, otro mano a mano, casi infernal, conectara, en otro mano a mano, al exprofesor de Sociología con sus antiguos enemigos.

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