Emprendimiento y sistema educativo
Desde hace un tiempo, parece como si el emprendimiento se hubiera convertido en la solución a muchos de los problemas que nos rodean, independientemente de su origen económico, político o social. Olvidados quedan los años no tan lejanos en los que hablar de emprendimiento era un sacrilegio a la vista del statu quo. Asimismo, ya sea como una tendencia pasajera con menor o mayor huella, podría decirse que el emprendimiento está de moda.
El emprendimiento ha pasado a formar parte del relato habitual de los partidos políticos, que lo incluyen en sus programas electorales, de las administraciones públicas proponiendo gran variedad de acciones encaminadas al fomento de la actividad emprendedora, y en general, de los medios de comunicación que amplifican su repercusión en la sociedad. Pero, ¿dónde se ubica el sistema educativo en este nuevo escenario?
El emprendimiento, entendido como la identificación, evaluación e implementación de una oportunidad de negocio, o en términos más generales, referido a la puesta en marcha de un proyecto o actividad, que no sin ciertas dosis de riesgo, conlleva un determinado esfuerzo con miras a una finalidad concreta, parece haber pasado desapercibido y deambulando en buena parte de los procesos formativos. Mientras que empresas de la denominada economía colaborativa, a partir básicamente del componente tecnológico (plataformas virtuales, mercados
on line, aplicaciones...) van complementando, y hasta en algunos casos sustituyendo modelos de negocio supuestamente trasnochados, el sistema educativo sigue impertérrito a las distintas señales de humoque le llegan por doquier.
Buen ejemplo de ello son Uber (que proporciona una red de transporte conectando pasajeros con conductores de vehículos) y Airbnb (que pone en contacto a propietarios de viviendas con usuarios interesados en alquilarlas), compañías que están revolucionando no solo el mundo empresarial sino también las relacio- nes sociales. Dehecho, la appsalización de la vida cotidiana arropada por su insaciable legión de dispositivos (móviles, microportátiles, tabletas, relojes...) y de las tentadoras redes sociales virtuales (Facebook, Google+, Twitter, LinkedIn...), van invadiendo progresivamente nuestras coordenadas espacio-tiempo, sin apenas aliento para reaccionar, mientras que el sistema educativo pareciera inmune a esta vorágine tecnológica de cambios irreversibles y tintes rupturistas.
Los contenidos de creatividad como pilar fundamental de un proceso emprendedor han brillado por su ausencia en nuestra educación. Hablar sobre emprendimiento en las aulas y promover acciones emprendedoras ha resultado más bien algo atípico y excepcional. Seguramente, tampoco el profesorado ha contado con el apoyo y los incentivos suficientes para sumergirse en el universo emprendedor.
Apesar de que el sistema educativo ha cambiado en las últimas décadas, en general los modelos de enseñanza siguen padeciendo de males similares. Si al ámbito universitario nos referimos, haciendo una rápida fotografía panorámica observaremos que el examen sigue instalado como método de evaluación por excelencia, la clase magistral reina aún como sistema principal de transmisión de contenidos, la memoria y la repetición son los mecanismos preponderantes de aprendizaje, y los errores, en lugar de rescatarlos como parte crucial de dicho proceso de aprendizaje, suelen penalizarse más o menos como antaño. Así pues, sin desmerecer algunas iniciativas peregrinas que se están llevando a cabo, pareciera como si las obsoletas estrategias siguieran utilizándose para enfrentarse a los nuevos retos de los procesos formativos, imponiendo aquello urgente sobre lo realmente importante.
Se trate o no de una burbuja emprendedora –el tiempo lo dirá–, en un entorno donde los procesos convencionales de socialización se difuminan con internet y aparentemente se puede tener el mundo en un clic, no estaría de más empapar el sistema educativo de actitudes emprendedoras, por su relevante papel como motor de desarrollo económico y social.