‘Trumportunidad’ para México
Economistas mexicanos opinan que la agresividad comercial de Trump puede servir para incentivar cambios económicos y frenar la dependencia importadora y exportadora
Los especialistas hablan del peligro de un modelo económico que depende del exterior México adquiere fuera muchos de los bienes de equipo y también de consumo
Pasan manifestaciones con burros disfrazados como el presidente estadounidense. La palabra Tromp –así se pronuncia en México– se escupe en las taquerías, junto con la palabra bravucón. Así que nadie lo diría en voz muy alta. Pero hay unos cuantos economistas en la Ciudad de México –siempre escépticos con el modelo aperturista y privatizador en boga desde la llegada de una tecnocracia neoliberal a la cúpula del Partido de la Revolución Institucional (PRI) en los años ochenta–, que creen que Donald Trump, más que un desastre para México puede representar una oportunidad. “Nuestro modelo se colapsaba ya y Donald Trump va a acelerar el proceso; provocará un cambio de paradigma y ten- dremos que buscar una alternativa porque este no es un modelo viable”, resume José Luis de la Cruz Gallegos, director del Instituto de Desarrollo Industrial y Crecimiento económico (IDIC) en una entrevista mantenida en la Ciudad de México.
De la Cruz, al igual que otros economistas disidentes, como José Romero, Alicia Puyana o Gabriel Esquivel, del Colegio de México, hace años que vienen advirtiendo sobre el peligro de un “modelo de apertura comercial basada en la exportación de importaciones”. El juego de palabras se refiere a un extraño fenómeno: una economía peligrosamente dependiente de las exportaciones a EE.UU., importa la mayor parte de los componentes de los bienes que exporta y, por tanto, registra un abultado déficit por cuenta corriente, que ya es el 4,7% del PIB. Es el déficit más alto desde los años anteriores a la catastrófica crisis tequila de 1994, cuando una salida devastadora de capitales externos aguó la fiesta de la firma del Tratado de Libre Comercio. En el caso de las maquiladoras (empresas dedicadas básicamente al ensamblaje de bienes de equipo) en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, el 90% de las piezas de los televisores o teléfonos que se exportan a EE. UU. provienen del mismo país.
Y ahí está el problema, dice De la Cruz. El modelo maquilador de importar, ensamblar y exportar, creado hace medio siglo en ciudades de la frontera, como Tijuana y Ciudad Juárez, se convirtió en la fórmula de desarrollo para toda la economía tras la firma del TLC. “México apostó por la apertura económica, pero no creó una base productiva para competir”, dice De la Cruz. “Nos hemos con-
formado con ser una base maquiladora y receptora de inversión extranjera; una zona de triangulación en la que empresas asiáticas exportan componentes a México, que luego se ensamblan para exportar a EE.UU.”.
Romero advierte en su libro Los límites del crecimiento en México
que la enorme propensión a importar de las exportadoras mexicanas resta margen para que las políticas macroeconómicas puedan reactivar la economía y dejan impotente al gobierno mexicano. “Por cada aumento del PIB de 100 dólares, importamos 45 y eso hace imposible aplicar estímulos fiscales para reactivar la economía, ya que gran parte del nuevo gasto se filtra hacia las importaciones; la única fuerza que puede impulsar la economía es el crecimiento de EE.UU. o una subida del precio del petróleo o del turismo”, dice.