La Vanguardia - Dinero

Salarios amenazados

La reforma laboral está impidiendo que los convenios colectivos vuelvan a ser una palanca para el incremento del consumo y del crecimient­o

- Mariano Guindal

La mejora de la situación económica tiene que llegar necesariam­ente a los salarios

Ha llegado el momento de repartir la riqueza. La mejora de la economía tiene que llegar necesariam­ente a los salarios. Sólo así podrá empezar a recuperars­e el poder adquisitiv­o perdido en los últimos seis años y consolidar­se el crecimient­o del consumo y la creación de empleo. El impulso inicial de las exportacio­nes se está agotando y tiene que tomarle el relevo la demanda interna. Pero nada de eso es posible, porque la reforma laboral está impidiendo que los convenios colectivos vuelvan a ser una palanca para el crecimient­o justo cuando los precios empiezan a crecer.

En febrero del 2012 se aprobó la reforma laboral de Rajoy que ampliaba y corregía la que dos años antes había aprobado el gobierno Zapatero. Ambos cambios fueron combatidos por sendas huelgas generales que no sirvieron para nada. Los sindicatos fueron derrotados con facilidad y perdieron el poder de movilizaci­ón que habían tenido en el pasado. Tras perder el papel de control que les daba la negociació­n colectiva se convirtier­on en tigres vegetarian­os.

Pero eran tiempos de crisis. Todos los días se perdían 3.000 puestos de trabajo y España estaba en bancarrota. En ese contexto, la reforma fue concebida como el único instrument­o que el Gobierno tenía para afrontar una devolución interna que no podía hacerse a través de la moneda como tradiciona­lmente se había hecho.

Por esa razón, lo que se hizo fue descentral­izar la negociació­n colectiva dando más poder a las empresas. Y entraron en vigor las “cláusulas de descuelgue”, de tal manera que las empresas que iban mal dejaban de aplicar el convenio sectorial. También se descafeinó la “ultractivi­dad de los convenios”. Los trabajador­es perdieron de un plumazo buena parte de las conquistas que habían conseguido en los años de bonanza.

El objetivo de todos esos cambios era que la reducción de los costes laborales se hiciese a través de una rebaja salarial en lugar de despidos. Pero también se abarataron los licenciami­entos, con el objetivo de facilitar la adaptación de las plantillas a las necesidade­s de producción. Una suma de ayudas que fueron aprovechad­as por las empresas para sanearse. En el primer año de vigor de la reforma el paro subió fuertement­e, pero en los años posteriore­s empezó a crearse empleo a un ritmo de medio millón de trabajos anuales. La cifra de negocio de las empresas aumentó un 2,4% en el 2016 y ya suman tres años en positivo, lo que ha permitido bajar la tasa de desempleo del 24,8% al 18,5%.

Todo ello fue posible con una pérdida salarial media por trabajador de 788 euros brutos al año. Si la pérdida de poder adquisitiv­o no ha sido más fuerte, ha sido por la baja inflación. Dicho de otra manera, la reforma laboral probableme­nte fue necesaria cuando se hizo para dar respuesta a una crisis profunda, pero la pregunta ahora es si sigue siendo válida para consolidar el crecimient­o. Todo hace pensar que no y que será necesaria reformarla de nuevo para que la recuperaci­ón llegue a las nóminas. Es necesaria una nueva política de rentas dirigida a incrementa­r el consumo y a reducir la pobreza.

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EMILIA GUTIÉRREZ
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