Atrapados por el tiempo
Wajcman achaca a cambios sociales y a nuestras decisiones y no a la tecnología la sensación de falta de tiempo
La tecnología puede liberarnos, pero aún seguimos con euforia por la velocidad
Hace casi cien años Keynes imaginó que en el siglo XXI sólo tendríamos que trabajar tres horas diarias debido al constante incremento de la productividad. La actitud espontánea y alegre ante la vida que se atribuía a los artistas podría extenderse a toda la sociedad. Y sin embargo, parece haber ocurrido lo contrario. La velocidad de las nuevas tecnologías, que debía liberar el tiempo humano, ha venido acompañada de una creciente sensación de falta de tiempo. La imagen habitual es la del ciudadano frenético atado a la tecnología, adicto al móvil, incapaz de desconectar. Y el enigma de una sociedad en la que recurrimos a dispositivos digitales para aliviar la falta de tiempo y a la vez los culpamos de aumentarla es el que explora la socióloga de la London School of Economics Judy Wajcman en Esclavos del tiempo.
Ysus hallazgos son que el problemanoeslatecnología sino nuestras prácticas sociales concretas. Son nuestras prioridades y parámetros sociales y económicos las que generan esas cualidades de las tecnologías. El capitalismo nació ligado al reloj. Ahorrar tiempo suponía obtener beneficios. Y la idea de que el ritmo devida se aceleraba ya existía a inicios del siglo XX con las enormes transformaciones tecnológicas y sociales del momento. La vida urbana vivida a alta velocidad se identificaba con el progreso. Y de hecho nuestra ingeniería está orientada al ahorro y la ordenación del tiempo, a una concepción determinada de la eficacia. Hay un imperativo contemporáneo a la velocidad.
Wajcmanofreceensuensayouna visión ampliadelosmúltiples factores por los que hoy muchos sienten que les falta tiempo. El tiempo es diferente para grupos distintos. Hoy hay grupos con jornadas muylargas y otros que trabajan pocas horas o ninguna: la semanade50horaspredomina en la clase profesional y gerencial, que configura los términos del debate público. Luego, tras su integración masiva en el mercado laboral, las mujeres están mucho más atareadas porque aún orquestan la vida familiar. Aeso se le suma la hiperpaternidad: se pasa más tiempo que nunca con los hijos, pero la buena paternidad es hoy distinta. Además, están los elevados niveles de consumo y los discursos culturales que dan valor a las vidas llenas de acción, que ayudan a sentir más ajetreo. Un ajetreo que para unos es estrés y para otros felicidad. A diferencia de hace un siglo, no es la vida ociosa sino la ajetreada la ligada a los grupos más privilegiados y significa más estatus social.
En el puesto de trabajo, hay más para hacer con menos gente y los empleos interconectados son más complejos y exigentes. El ritmo de trabajo se acelera y la tecnología ayuda a difuminar la distinción entre tiempo personal y laboral. A veces no se trata de falta de horas sino de su dispersión y cómo programarlas bien. Y al revés, la multitarea hace sentir falta de tiempo.
A la tecnología, acaba Wajcman, se le culpa de la falta de tiempo pero también puede dar más autonomía y ayudarnos a socializar y cuidar a los otros mejor. La cuestión es qué priorizamos y si seguimos enganchados a la euforia por la velocidad.