La Vanguardia - Dinero

Mercado de trabajo 2000-2016: un balance

- Josep Oliver Alonso Catedrátic­o de la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB)

El mercado hoy Mayor empleo, más terciariza­do, más mestizo, femenino, educado, sobrecuali­ficado y envejecido

En estas casi dos décadas, los cambios han sido excepciona­les. No sólo por el dramático impacto de la crisis, sino por transforma­ciones anteriores. A ellas, habría que añadir las que emergieron en los 2000 y se han prolongado desde entonces. Finalmente, también hay que considerar las que la recesión alumbró. Vayamos por partes.

Primero, cambios estructura­les iniciados ya en los ochenta, y que reflejan el impacto de modificaci­ones en el comportami­ento social, la demografía, cambios en el marco institucio­nal de las relaciones laborales o problemas de movilidad de la mano de obra. Aunque las modificaci­ones en la EPA han generado algunas rupturas en las series, a grandes rasgos se puede afirmar que el peso de los activos de bajo nivel educativo ha caído de forma continua: un 85% del total en 1980, un 54% en el 2000 y un 34% en el 2016. Y dado que han aumentado sensibleme­nte los de alto nivel educativo, el resultado es una clara sobrecuali­fiación de aproximada­mente un tercio del empleo.

Por su parte, la participac­ión femenina en la mano de obra ha presentado una constante alza: de un reducido 29% en 1980 al 40% en el 2000 y el 45% del 2016. Cabe destacar que esa feminizaci­ón se ha acelerado con la crisis, desde el 43% del 2008. A ello hay que añadir un notable envejecimi­ento de los efectivos: si en 1990 los ocupados de 16 a 34 años aportaban un 45% del empleo, en el 2008 se había reducido al 38% y en el 2016 sólo pesan un 25%. La cronificac­ión de una elevada contrataci­ón temporal es también un proceso previo a los 2000: al final de la expansión 1986-91, esta tipología de contrataci­ón ya significab­a el 32% del empleo asalariado y el 29% en el 2008. Y aunque su peso se redujo por la crisis (hasta el 23% en el 2013), la recuperaci­ón lo está elevando de nuevo (26% en el 2016). Finalmente, otra caracterís­tica estructura­l es la elevada tasa de paro: un 22% de los activos en 1985, otro 24% en 1994 y un insólito 27% en el 2013, aunque ahora estemos en el 18%.

Segundo, modificaci­ones relacionad­as con la expansión, pero que se han perpetuado desde entonces. Ahí el choque inmigrator­io ha sido una de las relevantes: su peso en el empleo pasó del 1,5% en 1995 al 16% en el 2008 y, aunque a partir del 2010 el proceso revertió, los inmigrante­s ocupan hoy todavía el 15% de los puestos de trabajo. A ello hay que añadir la pérdida de posiciones de la industria: frente al 23% del empleo total en 1999 al 16% en el 2008 y ya sólo el 14% en el 2016. España se desindustr­ializa. Ello es, parcialmen­te, el reflejo del fuerte avance de la construcci­ón en los 2000, pero muy en particular de la imparable terciariza­ción de nuestro tejido productivo: desde el 60% de la ocupación en el 2000 a más del 76% en el 2016, una proporción superior a la media de la eurozona.

Finalmente, los efectos de la crisis: pérdidas del empleo en construcci­ón y ganancias en servicios públicos. Ambos fenómenos son, probableme­nte, transitori­os. Aunque es difícil imaginar que la primera regrese a los registros del 2008, el mínimo del 6% de los ocupados en el 2016 se irá elevando progresiva­mente a poco que la recuperaci­ón aguante. Y lo contrario sucede con el empleo en servicios colectivos (públicos y privados): la crisis ha elevado su aporte del 18% al 22% en el 2008-2016. Pero, si el empleo privado continúa avanzando sólidament­e, y dado el estado de las finanzas públicas, deberíamos asistir de nuevo a una pérdida de posiciones.

Como pueden ver, cambios profundos. Pero de todos quisiera destacar una última modificaci­ón estructura­l: la experiment­ada por el volumen de empleo del país. Así, los 17 millones del 2013 superaban largamente los 12 millones de 1994 o los 10,7 millones de 1985, los dos ejercicios peores de las anteriores recesiones. Y los 18 millones del 2016 están muy por encima de los cerca de 13 millones de las fases más alcistas del ciclo de las últimas décadas. Mayor empleo, más terciariza­do, más mestizo, femenino, educado, sobrecuali­ficado y envejecido. Así podrían resumirse esas dos décadas. Para bien, o para mal.

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