Oslo hace escuela
El fondo soberano de Noruega es el modelo más citado cuando se habla de fondos soberanos, porque es el más grande del mundo. El valor de sus activos (960.000 millones de dólares) equivale a 2,5 veces el tamaño de la economía noruega. Es como si cada ciudadano dispusiera de 185.000 dólares. Invierte en 78 países, posee el 1,3% de las compañías cotizadas del mundo y está presente en 9.000 empresas. Sus participaciones más elevadas se encuentran en Apple, Nestlé, y Royal Dutch Shell. A diferencia de los fondos soberanos de Medio Oriente, preocupados a la hora de invertir también por las implicaciones políticas y geoestratégicas, el fondo de los noruegos se ocupa de gestionar las pensiones a sus habitantes. Otro rasgo distintivo es que cumple con criterios de finanza ética: no compra acciones de tabacaleras, armas nucleares, minas anti personas. Ha llegado a excluir hasta 66 firmas de su cartera. Esta semana anunció que pedirá a los bancos en los que ha invertido que desvelen cómo contribuyen sus préstamos a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. No obstante, debido a la reciente caída del precio del petróleo, el fondo se ha visto obligado a replantear parte de su estrategia. Hasta este año, Oslo podía sacar un máximo del 4% del fondo soberano para cumplir con sus necesidades de gasto. Pero ahora que el crudo cotiza a la baja, los noruegos no quieren que se vea afectada la rentabilidad y han bajado el porcentaje al 3%. El fondo soberano noruego ha logrado una rentabilidad media del 5,2% en los últimos diez años. En la actualidad, la cartera está compuesta en el 64,6% en renta variable, un 32,9% en deuda y otro 2,5% en activos inmobiliarios. El gobierno ha propuesto subir la partida del fondo destinada a acciones hasta el 70% para aumentar los beneficios.