Otro mundo es posible Para Castells no existe una economía no humana, pero sí una economía inhumana
Manuel Castells examina las prácticas económicas alternativas surgidas a partir de la crisis del 2008
Contra la idea de que la economía es una e inmutable, un organismo de leyes fijas y eternas a las que someterse, el sociólogo Manuel Castells (Hellín, 1942) recuerda que la economía es cultura. Y que las culturas son diversas. Que las prácticas económicas son prácticas humanas que personifican las diferentes maneras de ser y de pensar de las personas, sus intereses, valores y proyectos. Y que no hay“una lógica meta física y ajena ala historia ala que los humanos deban adaptarse, si lo hacen es porque se les obliga a ello o por resignación”. No existe, dice el autor de la trilogía La era de la información, una economía no humana. Sí existe, lamenta, una economía inhumana “que a veces favorece a ciertos humanos que intentan apropiarse de la humanidad en beneficio propio ”. Hasta que otros humanos piensan de forma diferente y crean modelos alternativos.
Sobre esos modelos alternativos surgidos como consecuencia de la crisis del 2008 ha indagado el antiguo catedrático de Berkeley en los últimos años junto a una red global de investigadores. Y ahora presentan el libro Otra economía es posible, en el que abordan toda una serie de experiencias innovadoras que encarnan valores alternativos: el valor de la vida sobre el del dinero, la efectividad de la cooperación sobre la competencia despiadada, la responsabilidad social de las corporaciones y la regulación responsable por parte de los gobiernos sobre las estrategias financieras a corto plazo que llevaron al desastre. Cooperativas, redes de trueque, banca ética, monedas comunitarias locales, bancos de tiempo y medios de pago alternativos que allanan el campo a una economía colaborativa. Cambios que no son necesariamente anticapitalistas, como el bitcoin, que combina la tecnología de la información con un espíritu libertario y emprendedor.
El libro aborda desde la disfunción que caracteriza desde hace décadas al sector de servicios financieros al consumidor, hasta la nue- va economía del decrecimiento. Una economía que apuesta por el reparto de trabajo, la renta básica o los impuestos verdes y a la riqueza. Y que señala que la explotación de los trabajadores y los ecosistemas se intensificó en las últimas décadas cuando la tarta dejó de crecer: se alimentó el sistema con crédito a borbotones que benefició a quienes lo controlaban. Las sociedades que soportaron mejor la crisis fueron las que, pese al avance del mercado, mantuvieron una fuerte presencia de economía no capitalista.
El libro se pasea también por las nuevas prácticas económicas surgidas en la atroz crisis griega –incluida una clínica solidaria metropolitana– y por las aparecidas en Barcelona, analizadas por Castells, que dice que estas nuevas formas de supervivencia siguen vigentes porque, para empezar, la crisis no se ha acabado para los de abajo. Una economía alternativa que va desde redesde intercambio hasta cooperativas agro ecológicas de consumidores y que pervivirá si se logran cambios de gobierno, algo factible, concluye, porque esas prácticas han hecho ver a una parte de la población que otra economía es posible.