La Vanguardia - Dinero

Socializar el crecimient­o

Las empresas ya recuperada­s de la crisis deben compartir sus beneficios con los trabajador­es para garantizar la paz social e incrementa­r el consumo

- Mariano Guindal Madrid

Los empresario­s no deberían olvidar lo que sucedió el 14 de diciembre de 1988. Ese día se produjo la mayor huelga general que se recuerda en la historia moderna de España. La sufrió el gobierno socialista y Felipe González estuvo a punto de dimitir como presidente. Aquel conflicto se produjo en una situación económica muy similar a la que tenemos ahora. España estaba saliendo de una fuerte crisis económica y nos encontrába­mos en pleno crecimient­o y creación del empleo. El choque no se produjo por las elevadas tasas de paro ni por la precarizac­ión laboral, sino por el reparto desigual de la riqueza.

El dinero fácil y barato que daban los bancos antes de la gran crisis condujo a que una gran cantidad de empresas se endeudaran para renovarse tecnológic­amente e internacio­nalizarse. Tenían que ganar el futuro. Pero cuando estalló la burbuja financiera del 2008 las empresas más apalancada­s no pudieron hacer frente a sus deudas. La consecuenc­ia fue que perdieron el crédito.

Ante tal situación, la única salida posible era ajustar gastos para recuperar sus beneficios y pagar a sus acreedores, entre quienes se encontraba­n los bancos. Así recorta- ronsalario­s yplantilla­s tras adecuar las leyes laborales con la ayuda de dos reformas laborales, primero la de Zapatero y después la de Rajoy.

Tal estrategia de reducir costes laborales permitió a las empresas recuperar los beneficios; hacer frente a los vencimient­os de pagos, e iniciar el ciclo inversor que ha permitido ala economía crecer por encima del 3% y crear medio millón de empleos anuales. Dicho de otra manera, la salida de la crisis se produjo gracias al sacrificio de los trabajador­es.

Hasta aquí, nada que objetar. A los sindicatos no les ha quedado más remedio que apretar los dientes y aceptar el ajuste con una enorme resignació­n. Pero las cosas han cambiado. Ha llegado la hora de repartir. Los beneficios crecen a un ritmo medio del 6% frente a un incremento salarial inferior al 2%, que es el objetivo de inflación. El poder de compra de los trabajador­es sigue disminuyen­do.

De la misma manera que no resultaba lógico que los salarios estuviesen disparados cuando se estaba produciend­o una destrucció­n masiva de empleo, tampoco tiene lógica que sigan congelados cuando el crecimient­o económico está disparado. Comodice el nuevo presidente de CC.OO., Unai Sordo, salarios y economía tienen que acompasars­e.

Por eso piden un crecimient­o salarial medio del 3%: dos puntos para hacer frente al incremento de la inflación y un punto más por el incremento de la productivi­dad. El planteamie­nto es tan razonable que han encontrado el apoyo del Gobierno, tal y como lo ha expresado la ministra de Trabajo, Fátima Báñez.

La economía es como un automóvil cuando separa. Primero hay que arrancarlo con el motor eléctrico (que es el equivalent­e al sector exterior ), pero después tiene que entrar en funcionami­ento el motor de explosión (que es la demanda interna). Todo hace pensar que al final patronal y sindicatos llegarán a un acuerdo sobre la política de rentas para dos o tres años. Ha llegado el momento de repartir la riqueza, rebajando el IRPF para las rentas más bajas y subiendo los salarios por parte de las empresas que se lo puedan permitir. Hay que incrementa­r el consumo para consolidar el crecimient­o.

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LLIBERT TEIXIDÓ
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