La bolsa de lona
Cada minuto se venden diez Le Pliage, el bolso plegable de la firma, en el mundo
La firma se dio a conocer con Le Pliage. No es cualquier bolso. A pesar de que sálo cuesta entre 55 y 80 euros y se encuentra en todos los aeropuertos, es plegable y lo llevan y hasta coleccionan desde las blogueras más famosas hasta Angela Merkel y Suzy Menkes. Pero Longchamp no se basa únicamente en ese invento de éxito. Tras el periodo difícil que casi todas las marcas vivieron entre el 2014 y el 2015, la familia propietaria (Jean Cassegrain es el consejero delegado) cambió su estrategia para entrar en el universo del lujo asequible. Los bolsos de lona con bordes de cuero se fueron adaptando a los nuevos dictados de la moda hasta el punto de que Longchamp ha apostado incluso por ediciones limitadas con colaboradores inesperados (incluido el Jeremy Scott, que se vendía por 225 euros). Así ha dado un vuelco en su posicionamiento y su estrategia y ahora más que nunca, es uno de los bolsos más vendidos. Cada minuto se facturan diez Le Pliage en el mundo, y se calcula que desde que se lanzó hace 23 años, se han vendido ya 32 millones. Eso ha hecho que Forbes publicara en el 2015 que Longchamp vale unos 1.370 millones de euros.
La firma, desde hace un año escaso, tiene la tienda insignia en la avenida Madison neoyorquina, hasta hace poco sede de Tod’s, y ya no vende sólo sus famosos bolsos de lona sino también una acertada colección de ropa ready-to wear que incorporó en el 2006.
Longchamp, símbolo “de artesanía y lujo” (que nunca ha sucumbido a la tentativa de la pro- ducción low cost: tiene seis centros de producción en Francia, dos en Isla Mauricio y Túnez y otros en China, Marruecos y Rumanía), fue fundada en 1948 por Jean Cassegrain. El abuelo del actual consejero delegado era propietario de un pequeño estanco y elaboraba, en colaboración con artesanos de la zona, fundas para pipas de fumar. Conduciendo un día hacía los talleres de fabricación con los que colaboraba, vio el hipódromo Longchamp de París y su famoso campo de carreras, que le inspiró la marca propia. De ahí el caballito del logo.