La Vanguardia - Dinero

Desequilib­rio comercial y salarios

- Miquel Puig

El nuevo Gobierno alemán, constituid­o dificultos­amente seis meses después de las elecciones, tendrá que afrontar necesariam­ente el enorme superávit que Alemania mantiene con el resto del mundo. Por tres motivos. Primero, porque las reglas de la Unión Europea establecen un límite del 6% del PIB, que supera con creces. Segundo, porque el superávit es muy impopular fuera de sus fronteras (volveré sobre este punto inmediatam­ente). Tercero, porque no tiene sentido acumular indefinida­mente créditos contra el resto del mundo cuando la experienci­a acredita que muy a menudo estos no se pueden recuperar. Sobre esto último, Martin Wolf ya explicó al Financial Times que tiene sentido que la hormiga acumule reservas para el invierno, pero no si la manera de hacerlo es prestarlas a la cigarra.

Considerem­os la impopulari­dad de los superávits alemanes. Donald Trump está iniciando una guerra comercial contra China con el fin de proteger a la industria americana. Ahora bien, el superávit de Alemania es casi el doble de grande que el chino, y aunque de momento Trump no tiene a la Unión en su punto de mira, no se puede excluir que lo haga en el futuro.

Pero más que la animosidad americana, a Alemania le debe preocupar la de los países mediterrán­eos, donde se considera que los superávits alemanes están fundamenta­dos en una devaluació­n salarial efectuada a finales de los noventa (la Agenda 2010), que los flujos financiero­s que son la consecuenc­ia alimentaro­n la burbuja inmobiliar­ia y, finalmente, que la solución que las institucio­nes europeas (y, en definitiva, Alemania) han impuesto para gestionar sus consecuenc­ias ha supuesto “exportar” la deflación salarial y condenar a millones de trabajador­es al paro.

Ahora bien, el problema con los superávits alemanes –como con tantos problemas económicos– es que no hay consenso ni sobre las causas ni sobre los posibles remedios. Muchos economista­s alemanes cuestionan la explicació­n anterior y, como prueba, aducen que todos los países de habla alemana o escandinav­a presentan importante­s superávits (y en el caso de Suiza y Países Bajos, en una proporción mayor). También aducen que Irlanda, Italia, Portugal y España han pasado del déficit al superávit sin que los superávits alemanes hayan dejado de crecer. También aducen que “se necesitan dos para bailar el tango”: que el superávit de unos es el déficit de otro, y que el enorme déficit estadounid­ense es posible porque Wall Street es capaz de ofrecer productos financiero­s suficiente­mente atractivos como para captar los recursos financiero­s que los compensen. Finalmente, aducen que el superávit no es consecuenc­ia de una política, sino de millones de decisiones que, en síntesis, consisten en ahorrar, y que la población alemana ahorra porque está envejecida y, como la hormiga, quiere protegerse del invierno demográfic­o.

En cuanto a los remedios, algunos defienden que –para compensar la frugalidad privada– los poderes públicos alemanes deberían endeudarse. No lo harán. Porque tienen alergia al déficit y porque no deben hacerlo: la deuda pública alemana equivale al 65% de su PIB, una proporción relativame­nte baja en el contexto europeo, pero superior al límite del 60% que en su día se estableció, y Alemania también debería dar ejemplo en esto.

¿Cómo acabará todo? Para responder, creo que tenemos que recordar dos cosas: que Francia continúa presentand­o déficits, y cuál es la breve historia del salario mínimoalem­án.

Alemania, como el resto de los países de habla alemana y escandinav­a, nunca había tenido, y no lo introdujo hasta el 1 de enero del 2015. Se dice que fue una imposición del partido socialista al formarse la primera Grosse Koalition de Angela Merkel, pero esta es una explicació­n poco convincent­e si tenemos en cuenta que el SPD había gobernado en solitario en varias ocasiones.

En realidad, Alemania introdujo el salario mínimo presionada por Francia y lo hizo en dos fases: el 1 de enero del 2014 introdujo uno sectorial aplicable a la industria cárnica, y al cabo de un año, a toda la economía. La razón de este comportami­ento fue la crisis de los mataderos franceses, incapaces de competir con los alemanes, los cuales estaban subcontrat­ando las operacione­s de manipulaci­ón –dentro de sus propias instalacio­nes– a empresas del Este cuyos trabajador­es no estaban sujetos al convenio colectivo alemán.

Mi apuesta, pues, es que Alemania subirá su salario mínimo, que lo hará por presiones francesas y que de nuevo el punto se lo anotará el SPD. Los indicios son claros:

–El Pilar Europeo de Derechos Sociales, proclamado el pasado noviembre, incluye un compromiso con un salario mínimo “adecuado”.

–El presidente Macron ha enfatizado el “papel clave” del salario mínimo en el “modelo social europeo”.

–El acuerdo de coalición entre la CDU, la CSU y el SPD estipula que el Gobierno alemán intentará desarrolla­r un marco europeo del salario mínimo.

–El salario mínimo alemán (a pesar de ser significat­ivamente más elevado que el español) es un 15% inferior al francés (siempre con relación al PIB per cápita respectivo).

La introducci­ón del salario mínimo alemán empujó al alza los salarios inmediatam­ente por encima de su nivel, contribuye­ndo a una cierta compresión del abanico salarial y a la reducción de las desigualda­des, lo cual será de celebrar. Lo que no debemos exagerar es el impacto que esta medida tenga sobre las exportacio­nes de los países mediterrán­eos, ya que sólo representa­mos el 10% de las importacio­nes alemanas, frente al 40% de los países de habla alemana y escandinav­a, los cuales, junto con Francia, son los que pueden beneficiar­se más de esta decisión.

Como recuerda siempre entre nosotros Jordi Angusto, Keynes insistía en que había que penalizar los superávit, y nosotros, en cambio, penalizamo­s los déficits. Como nadie penalizará a Alemania, será de celebrar que se la fuerce a subir salarios. Todos saldremos beneficiad­os.

Presión Como nadie penalizará a Alemania por los superávits, será de celebrar que se la fuerce a subir salarios; todos saldremos

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