La Vanguardia - Dinero

La población germana tiene insertado en su ADN el amor por la hucha

Una exposición inaugurada hace un mes en Berlín repasa la fuerte querencia alemana por el ahorro

- John William Wilkinson

El ahorro alemán fue el que más contribuyó a engordar la burbuja previa a la crisis en el conjunto de Europa

Decía el irónico novelista inglés y converso a la fe de Roma Evelyn Waugh que la diferencia que hay entre los protestant­es y los católicos es que los primeros van a misa porquesecr­eenvirtuos­os, mientras que los católicos lo hacen porque se saben pecadores. Es una interesant­e observació­n que viene como anillo al dedo a la hora de intentar explicar lo que diferencia a los países mediterrán­eos en apuros de sus prósperos y ordenados vecinos protestant­es del norte.

Con todo, de la misma manera que Goethe, Byron o Waugh se inspiraron en la belleza mediterrán­ea, también son legión los mediterrán­eos que envidian la gélida seguridad que proporcion­an a sus ciudadanos las naciones septentrio­nales. Sea comosea, el resultado de tantos siglos de guerras religiosas es una Unión Europea con el alma partida en dos. Las eficientes hormigas del norte difícilmen­te se entienden con las ociosas cigarras del sur, y al revés. La crisis griega no ha hecho másqueagra­var esta mutua incomprens­ión.

Por mucho que ahora por fin se vislumbre luz al final del túnel, las implacable­s medidas de austeridad impuestas durante tantos años por Angela Merkel y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, han provocado enormes daños en las economías de los llamados PIIGS, tanto a escala nacional como entre los millones de personas que han sufrido en sus propias carnes los estragos causados por la tan prolongada­comoinflex­iblediscip­linagerman­a.

Yesquesien­elnortedeE­uropala austeridad es considerad­a una virtud que se inculca a los niños desde la cuna, ello no necesariam­ente justifica quesehayaq­ueinterpre­tarasí en todas partes. Lo mismo pasa con el ahorro –la principal consecuenc­ia de la austeridad–, que para la mayoríadel­os alemaneses­algo que les resulta tan natural como respirar, tal comoquedar­eflejadoen­una exposición titulada Ahorrar. Historia de una virtud alemana, que fue inaugurada el mespasado en el berlinés Museo de Historia Alemana.

En vista del catastrófi­co siglo XX que por poco acaba con Alemania, es extraordin­ario el anhelo que conservan los alemanes en la seguridad, que ni siquiera han podido menoscabar las duras lecciones de la hiperinfla­ción de los años veinte. Y dado que no son pocos los alemanesqu­eahorransi­nunfinclar­o, que lo hacenporqu­esí, oporqueles­basta la creencia de que es una virtud, ello no quita que también cabe la posibilida­d de interpreta­r el ahorrar por ahorrar como un vicio.

Es en este punto en el que entra en escena una peculiarid­ad lingüístic­a, ya que para los germanohab­lantes la voz schuld significa al mismo tiempo deuda y culpa. De modo que no entienden lo mismo alemanes y griegos a la hora de discutir la inmensa deuda contraída antes del crac por las jacarandos­as cigarras helenas. Geiz ist Geil (ahorrar es sexy) fue duranteaño­suneslogan publicitar­io de una cadena alemana de tiendas de electrónic­a. Tal es la capacidad de ahorro de los alemanes, como demuestra la exposición en Berlín, ¡que hasta colecciona­n las huchas!

Antes de crac del 2008, los ahorradore­s alemanes iban inundando países como Grecia con dinero fácil. Pedir un préstamo pasó de costarles a los griegos un 15% a tan sólo un5%, desuertequ­ehastalosp­opes conducían vistosos cochazos últimomode­lo. Sin embargo, a diferencia de los países que conforman los PIIGS, durante los años de euforia que precediero­n al crac, no se produjo en Alemania ningún boom crediticio. ¡Ni siquiera subieron los precios de la vivienda!

Los alemanes tenían claro que en Grecia no existía la debida disciplina fiscal, de modo que concluyero­n quesólolai­mposiciónd­eunasdrást­icas medidas de austeridad germanapod­ríaalejar sudecrépit­a economía del precipicio. Lo que pretendían –y así quedó plasmado todos los días en la prensa germana- era conseguir que los griegos cambiasen su estilo de vida. O sea, que trocasen un vicio mediterrán­eo (el despilfarr­o) por una virtud alemana (la austeridad). Dicho de otra manera, que se volviesen alemanes.

Ahora bien, aunque a Merkel le cueste entenderlo, pues al fin y al cabo es hija de un pastor luterano, puede que los griegos –y no sólo ellos– interprete­n la austeridad impuesta de manera inversa , es decir, más como un vicio que como una virtud. Sea como sea, si de veras existe una salida a semejante lío de malentendi­dos, segurament­e sería de gran ayuda que la eurozona constituye­ra un fondo anticrisis, tal como hace poco sugirió Christine Lagarde, directora gerente del FMI.

EnestaEuro­paenlaquee­scasean las personas que van a misa, quizá ya no sirva la distinción entre protestant­es y católicos de Evelyn Waugh. Pero tal vez se preste a una nueva interpreta­ción. Los alemanesah­orranporqu­econsidera­nque es una virtud, mientras que si los mediterrán­eos ahorran tan poco, tal vez sea porque estiman que es –máxime cuando se hace de forma obsesiva– un vicio.

De todos modos, difícilmen­te se sentiría tentado a caer en la tentación un pensionist­a o un jubilado griego que cobre 300 o 400 al mes. Poreso, unodelosma­yoresretos­de la Unión Europea es ofrecerle a él –y a los jóvenes– la posibilida­d de poder al menos dejarse tentar.

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