La Vanguardia - Dinero

Una pregunta pertinente

- Miquel Puig Economista

El martes se presentaba en la sede del Col·legi d’Economiste­s de Catalunya un estudio encargado por la asociación de apartament­os turísticos de Barcelona sobre la calidad de los puestos de trabajo que crean.

Se trata de toda una novedad en los estudios sobre el impacto del turismo, ya que los convencion­ales (¡y se han hecho muchos!) se centran en la medida de dos parámetros: el número de puestos de trabajo creados y el gasto (directo e inducido) que realizan los turistas. Ahora bien, estas medidas llevan a conclusion­es engañosas sobre el impacto del turismo en nuestra economía.

Implícitam­ente, cuando se nos dice que el turismo representa el 10% de nuestro PIB o el 12% de la totalidad de los puestos de trabajo, se nos induce a concluir que si no fuera por el turismo el PIB sería un 90% de lo que es y que habría un 12% más de paro. Ahora bien, estas conclusion­es exigen pensar que el turismo ocupa personas que si no fuera por él no trabajaría­n, lo cual sería cierto a la corta, pero no a la larga.

Es indudable que si una actividad turística ocupa una persona contribuye al PIB del país en el importe de su coste salarial más el valor añadido que correspond­e al empresario, pero esto no significa que su aportación al PIB sea necesariam­ente positiva. Si, por ejemplo, esa persona ha sido seducida para que abandone los estudios a los 16 años con un trabajo fácil pero mal remunerado, lo que se está haciendo es reducir el PIB que hubiera alcanzado la sociedad si se hubiera dejado que esa persona siguiera estudiando. Este ejemplo no es gratuito, porque las localidade­s turísticas (Baleares, Valencia, la costa catalana...) presentan tasas de abandono escolar elevadísim­as en el contexto europeo y de las más elevadas en el contexto español. Por otra parte, si el trabajador es un inmigrante que percibe un salario bruto inferior a 1.200 euros mensuales, la contribuci­ón de su actividad al bienestar colectivo es negativa, porque nunca pagará bastantes impuestos como para compensar los costes sociales que generará a lo largo de su vida (en forma de enseñanza de sus hijos, sanidad y apoyo a la dependenci­a).

Amenudo se identifica el turismo de lujo (los hoteles de 5 estrellas, por ejemplo) con un turismo beneficios­o para el entorno, mientras que el turismo low cost tiende a ser considerad­o como poco positivo o directamen­te negativo. Estas simplifica­ciones deben ser matizadas, y para ponerlo de manifiesto he usado a menudo en público un anuncio recogido en el portal Infojobs donde se ofrecía trabajo a tiempo completo a camareros/as de piso para “hoteles de 4* y 5* GLde Barcelona” retribuido a 765 euros mensuales en 12 pagas (!).

En definitiva, y para simplifica­r, lo que importa de nuestro turismo –como de cualquier otra actividad económica– no es cuánto factura (a sus clientes), sino cómo paga (a sus proveedore­s locales y a sus trabajador­es), y por eso meparece muy relevante que las empresas de apartament­os turísticos, que habían sido acusadas de reducir la calidad del turismo urbano, se pregunten qué tipo de puestos de trabajo están creando.

Las conclusion­es del estudio –centrado en los apartament­os de uso turístico (AUTS) legales en la ciudad de Barcelona– presentan luces y sombras.

Las luces aparecen cuando se consideran sus contratos laborales en el contexto del sector turístico. Así, el subsector presenta menos precarieda­d: sólo el 20% de los contratos laborales son temporales, frente a un 36% en el “total de actividade­s turísticas”; la razón: que los AUTS tienen, en la ciudad de Barcelona, una baja estacional­idad. En cuanto a los salarios medios, los AUTS pagan un 32% más que la hostelería, un 14% más que la media del sector turístico e incluso un 2% más que los hoteles.

Las sombras aparecen cuando comparamos el subsector con el resto de la economía: los salarios medios de los AUTS (15.151 euros/año) sólo equivalen al 79% del salario bruto medio catalán (24.211 euros/año).

Así pues, los apartament­os de uso turístico no son el patito feo del turismo urbano, pero no dejan de compartir los mismos problemas que el resto de nuestro turismo, que es un sector de salarios bajos, y, por tanto, con una contribuci­ón escasa a la prosperida­d colectiva. Hasta qué punto es escasa esta contribuci­ón lo pone de manifiesto que el PIB per cápita de Baleares no deje de perder posiciones respecto de todas y cada una de las comunidade­s autónomas españolas.

La pregunta que se formula el estudio es muy pertinente, y las conclusion­es, muy claras. Para que el sector hiciera una contribuci­ón significat­ivamente superior a la prosperida­d de la ciudad de Barcelona bastaría con tres acciones:

La primera, por parte del Ayuntamien­to, continuar y culminar la erradicaci­ón de la oferta ilegal, donde ya se han hecho avances muy significat­ivos, como pone de manifiesto que, finalmente, Airbnb se haya comprometi­do a informar de todas y cada una de las ofertas.

La segunda, por parte de la Generalita­t, reforzar la inspección laboral para exigir el cumplimien­to de la letra y del espíritu de los convenios colectivos. Con esto ya se daría un paso de gigante, porque una proporción sospechosa­mente elevada de las nóminas está por debajo de las categorías más elementale­s de los convenios colectivos.

La tercera, por parte del Gobierno central, derogar la prevalenci­a de los convenios de empresa multiservi­cios sobre los convenios colectivos, una perversión introducid­a por la última reforma laboral que está permitiend­o que una parte del personal de limpieza –en los AUTS, igual que en los hoteles– esté cobrando hasta un 30% por debajo de convenio (!).

Barcelona no debe demonizar su turismo, pero los gestores de este deben hacer mucho más para justificar una actitud más positiva por parte de los barcelones­es.

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