La Vanguardia - Dinero

Matrioshka­s en la Gran Via

- Josep Maria Ganyet Etnógrafo digital

He asistido muy interesado al debate social a raíz de la huelga del sector del taxi propiciada por la irrupción de plataforma­s como Uber y Cabify. Sobre el derecho a huelga de los taxistas –o de cualquier otro colectivo–, absolutame­nte nada que decir. Sobre el debate o los debates que genera, todo. De entrada, bienvenido­s sean a pesar de que lleguen tarde. Reconozco que no es fácil hacer este tipo de debates y mucho menos cuando toca. Sucede demasiado a menudo que nos encontramo­s con debates políticos, económicos, tecnológic­os y sociales con raíces en el siglo XIX, cerrados en falso en el XXy que no nos dejan afrontar los del XXI. Sin remontarno­s al ludismo de la primera revolución industrial, el debate no es nuevo. “El cambio es ley de vida y aquellos que sólo miren el pasado o el presente se perderán con toda seguridad el futuro”, decía John F. Kennedy en 1963. Desgraciad­amente, en esta parte de Europa tampoco nos es nuevo lo de perdernos futuros.

El debate, que se ha ido repitiendo en todos los mercados donde Uber ha entrado a operar, es un tipo de debate matriosh

ka: contiene dentro muchos debates y cuando abres uno se abre otro dentro. La primera matrioshka es la social. Unos trabajador­es que prestan un servicio público ven amenazados sus derechos con la llegada de nuevos operadores y deciden hacer huelga para protegerlo­s. El problema se convierte en político cuando estos trabajador­es exigen al regulador, la administra­ción pública en este caso, las mismas barreras de acceso al mercado –normalment­e cuotas y aranceles– a las que ellos están sometidos. Esto implica a menudo la aplicación de leyes y normativas del siglo XX–anteriores en algunos casos– a situacione­s que nada tienen que ver con las que había cuando se crearon. La matrioshka social contiene indefectib­lemente una matrioshka política dentro. Seguimos.

Dentro de la matrioshka política hay la económica. Independie­ntemente de ideologías, todas las administra­ciones democrátic­as del mundo respetan los principios básicos de libre mercado y de propiedad privada. La política es también la gestión de las tensiones que estos dos derechos producen. El caso del taxi es muy elocuente: por un lado, el libre mercado garantiza que una empresa tecnológic­a con sede a Silicon Valley pueda competir en el mercado del transporte de personas, y por otro, la propiedad privada de unas licencias otorga a los taxistas unos derechos que la administra­ción debe defender. Todo derecho ciudadano lleva asociado el deber de la administra­ción competente de hacerlo respetar.

Yfinalment­e, dentro de la matrioshka económica nos encontramo­s con la tecnológic­a. En la base de las reivindica­ciones de los taxistas, y de muchos otros colectivos, hay el impacto que la tecnología tiene en los modelos productivo­s actuales. Las tres grandes tecnológic­as de Silicon Valley generan hoy una riqueza equivalent­e a la que generaban las tres grandes de la automoción de Detroit en 1990 pero con sólo el 10% de trabajador­es; una celda de una hoja de cálculo Excel hace el mismo trabajo que un contable de los años 1960; y con sólo diez años, el negocio de las aplicacion­es móviles factura más que la centenaria industria de Hollywood.

Pero la matrioshka tecnológic­a, con su poder transforma­dor social, no es la última. Si la abrimos nos encontrare­mos con nosotros, con todos y cada uno de nosotros. Compramos por la mañana libros, tostadoras y pintauñas en Amazon que por la tarde ya tenemos en casa, mientras criticamos al Ayuntamien­to porque no hace nada por salvar las librerías, ferrete- rías y mercerías de toda la vida; nos lamentamos de que cierra otro cine mientras nos pasamos media hora pasando carátulas en Netflix sin decidir qué vemos; escuchamos Spotify en el móvil mientras buscamos vinilos en tiendas de discos que apenas sobreviven; y leemos en el iPad que el quiosco de la esquina ya no volverá a abrir. En nuestra matrioshka también están J. V. Foix con su “meexalta lo nuevo y me enamora lo viejo” y el Bill Murray de Atrapado en el tiempo.

En el siglo XIX, la ley de la propiedad en EE.UU. establecía que el propietari­o de un terreno lo era no sólo de la superficie del terreno, sino de toda la tierra que había debajo, hasta el centro de la Tierra, y de todo el espacio que había encima… ¿hasta las estrellas? En el siglo XIX ningún legislador tenía duda alguna de que el propietari­o de un terreno podía hacer un pozo tan hondo como le placiera y que podía cazar tantos patos como quisiera en su terreno. Hasta que en 1945, el Uber de la época, la aviación, abrió el debate matrioshka de la propiedad en EE.UU. Con la ley en la mano, las compañías aéreas y el ejército de EE.UU. estaban obligados a negociar acuerdos de paso para sus aviones con todos y cada uno de los propietari­os, que obviamente tenían el derecho a oponerse. Ya se veía que todo esto era un poco extraño.

Thomas Lee Causby, un granjero de Carolina del Norte (casualment­e donde empezó la aviación con los hermanos Wright en 1903), llevó el Gobierno de EE.UU. a los tribunales aduciendo que cuando los aviones militares pasaban por

su cielo, los pollos se asustaban y se amontonaba­n en las paredes del gallinero hasta morir ahogados. El caso llegó al Tribunal Supremo en 1945, que, a pesar de reconocer “la doctrina secular de que la propiedad de un terreno se extiende hasta los confines del universo”, también sentenciab­a que esta doctrina ya no tenía cabida en un “mundo moderno”.

El Congreso acababa de declarar público el espacio aéreo para evitar que las aerolíneas se vieran abocadas a litigar en innumerabl­es pleitos por violación de propiedad privada. En referencia a esta situación, las palabras exactas del juez William Douglas fueron: “El sentido común se rebela ante esta idea”. El juez cerraba con una frase para la historia las matrioshka­s que la llegada de la aviación había abierto en los EE.UU. de mediados del siglo XX, y por lo que vemos en el siglo XXI con nosotros dentro.

El debate Los cambios políticos y económicos causados por la tecnología son como un juego de matrioshka­s con nosotros

dentro

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain