La Vanguardia - Dinero

Turquía, una crisis limitada

- Jaume Puig

Durante este mes se ha vivido el cuarto intento de caída de las bolsas en lo que llevamos de año, que ha resultado tan infructuos­o como los anteriores. Ni con el bajísimo volumen negociado de agosto ha podido cristaliza­r. Los motivos teóricos van variando, el primero fue un hipotético efecto negativo sobre las bolsas de la más que certera normalizac­ión de tipos de interés; el segundo, la crisis política italiana; el tercero, la amenaza de guerra comercial, y el cuarto, más inverosími­l todavía, el descenso de la lira turca. Los otras tres ya los tratamos en su momento, veamos ahora este último.

En primer lugar, la lira turca debe depreciars­e frente a las divisas fuertes. Por ejemplo, entre los años 2016 y 2019 su tasa de inflación supera a la de la zona euro en un +8,6% anual, lo cual significa que su divisa debería depreciars­e en ese período alrededor de un 40% frente al euro. A nadie debería sorprender­le. En segundo lugar, como todo movimiento suele tener excesos, y en la actualidad la lira turca cotiza muy por debajo de su paridad del poder adquisitiv­o, lo razonable hoy es comprar liras turcas o los activos relacionad­os, no venderlos. En tercer lugar, que nadie busque contagio con el resto de mercados emergentes. Si bien el crecimient­o económico turco está en línea con la media emergente, su inflación es muy superior, del orden de 2,5 veces mayor.

En lo que llevamos de año el comportami­ento bursátil se asimila al de un gato doméstico, que se asusta momentánea­mente por cualquier motivo, aunque no le suponga riesgo real alguno. Dado que los beneficios empresaria­les son fenomenale­s, y las valoracion­es bajas, en algún momento, no muy lejano, el gato cederá su poltrona al toro.

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