Un sistema en agonía
Cabana se aleja por unas horas de la historia de bancos y empresas para tomar el pulso al capitalismo
Francesc Cabana es abogado y formó parte del grupo de fundadores de la extinta Banca Catalana, pero ha pasado gran parte de su vida trabajando como historiador de la economía. Más en concreto, como historiador de bancos y empresas. En la década de los 80, Cabana se especializó en estudios sobre la banca barcelonesa para después abordar la evolución de sectores enteros (el de los algodoneros, el sector textil, el propio sector bancario), o escribir sobre la burguesía de Catalunya, sobre sus fortalezas y sus carencias.
Cabana no procedía del mundo académico, pero exhibía una importante ventaja sobre otros historiadores de la economía. Conocía o había tenido algún tipo de trato con mucha de la gente de la que hablaba (ya fuera cuando trabajaba en la Bolsa de Barcelona, o en el banco del que había sido secretario general). Tenía, además, una enorme paciencia para documentarse, hasta el punto de haber convertido en los últimos años su casa en un verdadero archivo de memorias de empresa, pagarés y toda clase de documentación mercantil. El resultado de todo ese trabajo han sido una veintena larga de libros que han tenido una difusión excepcional si se considera la materia que abordaba. Hasta el punto de hacer popular el subgénero entre un público que ha simpatizado con sus descripciones de la sociedad industrial (“las catedrales del algodón” fue el acertado título de uno de sus libros ), en las que ponía nombre y rostro a sus principales protagonistas.
En paralelo, Cabana se ha ocupado de la economía de manera más amplia. En el 2016 publicó “La cultura de la cobdícia”, donde reflexionaba sobre la marcha de la economía a la luz de la crisis inmobiliaria y financiera en España. Ahora acaba de editar un libro que sigue esta última línea, “L’agonia del capitalisme”. Cabana no considera propiamente que el capitalismo haya entrado en la fase final de su existencia. Pero sí que piensa que ha perdido mucho del sentido que tuvo, el de mejorar las condiciones de vida de las personas.
El autor echa mano de su experiencia en la banca, en la bolsa y en el Banco Mundial (fue consultor para diferentes países del África subsahariana) para describir la evolución de un mundo que en muchas cosas considera que ha ido a peor y al que ve necesitado de una revolución ética. Cabana reconoce el carácter cíclico del capitalismo. Pero no puede esconder su pesimismo ante un sistema “en el que la codicia y la ambición tienen un papel más importante que la solidaridad”.