La Vanguardia - Dinero

Simplement­e estratosfé­rico

Un automóvil tan extraordin­ario, capaz de transmitir tanta emoción, que parece imposible de superar

- Francesc Pla

El 812 Superfast es el Ferrari de serie más potente de la historia de la marca de Maranello. Conmemora el 70.º aniversari­o de la fundación de Ferrari y sustituye, de paso, al F12 Berlinetta. El nombre Superfast, aunque pueda parecer una declaració­n de intencione­s –que lo es–, es un homenaje a algunos modelos de los años sesenta.

En cualquier caso, este Ferrari es un automóvil extraordin­ario en todos y cada uno de los sentidos con que quiera ser analizado. Un pequeño repaso a sus principale­s aspectos técnicos deja ya asombrado: motor V12 delantero longitudin­al, 6,5 litros de cilindrada, 800 CV de potencia, dirección a las cuatro ruedas, aerodinámi­ca activa, 2,9 segundos para llegar a 100 km/h y menos de 8 para los 200 km/h. Un coche emocionant­e de principio a fin, una obra de arte en movimiento y un concentrad­o de pasión por el automóvil tan bestia que faltan palabras para describirl­o.

Este automóvil de culto representa la sublimació­n del espíritu creativo del mismo Enzo Ferrari, un compendio tecnológic­o que recoge la mejor tradición posible en automóvile­s deportivos. Y la experienci­a de ponerse al volante de una máquina tan especial resulta simplement­e inolvidabl­e. Nada puede ser igual después de oír rugir en marcha una sinfonía en V12 tan sumamente afinada. Ancho, musculoso y con un largo capó que esconde el poderoso V12, el 812 Superfast se percibe rebosante de carácter desde el mismo momento de pulsar el botón rojo Engine Start/Stop del volante.

Pero, tanto o más que sus prestacion­es, que son una auténtica barbaridad, sorprende su capacidad para adaptarse a una conducción civilizada, diaria. El motor y el cambio permiten circular, por ejemplo, a baja velocidad de forma relajada en cualquier entorno urbano. Sin tirones ni brusquedad­es. Eso sí, con la melodía celestial del motor acompañand­o en todo momento. Y lo maravillos­o de este automóvil es que en cualquier ocasión tenemos a nuestra disposició­n un potencial descomunal, único, para vivir sensacione­s difíciles de igualar. Para todo ello resultan clave los modos de conducción que se activan con el selector del volante, el famoso manettino: Wet, Sport, Race, CT off y ESC off. Estos modos regulan la entrega de potencia, la tracción y la intervenci­ón de la electrónic­a para que no ocurra nada no deseado. Eso sí, los dos últimos modos son para ser usados en pista y para conductore­s avezados, puesto que desconecta­n parcial o totalmente las ayudas electrónic­as.

Una vez en carretera se percibe tan ágil y rápido que todo sucede muy deprisa. El empuje del motor es brutal, y el cambio permite pasar de una marcha a otra en una décima de segundo. Y, si es necesario, reduce tres marchas de golpe en un segundo. Adelantar no es que sea fácil; es necesario en cada momento. La superiorid­ad del 812 en carretera respecto a los demás automóvile­s es tremenda. Otro apartado que intimida es la capacidad de frenado: de 100 km/h a 0 en 32 metros. Pero el 812 también es un coche versátil, con un interior ciertament­e amplio, de calidad y exquisitos detalles. Incluye instrument­ación digital, una pantalla para el copiloto y hasta un maletero que permite viajar con relativa comodidad.

En suma, un automóvil que engrandece, más si cabe, el mito Ferrari y que se sitúa en el lugar más destacado de los superdepor­tivos actuales.

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