La hora de la verdad para Europa, ya sin viento de cola
El BCE ha dejado de imprimir billetes y prevé empezar a subir los tipos este año, pero quizás no pueda hacerlo
El 1 de noviembre habrá un nuevo inquilino en la Eurotower de Frankfurt, la sede del Banco Central Europeo (BCE), la institución que afronta el último año de la presidencia de Mario Draghi con todas las ganas del mundo de volver a la normalidad en su política monetaria. Ya se verá si es posible. De momento, el BCE ha dado el primer paso y su consejo de gobierno confirmó el pasado diciembre que el bazuca con el que ha regado la economía de la eurozona –2,6 billones de euros para comprar bonos soberanos y corporativos desde marzo del 2015– ya ha sido puesto a buen recaudo. Se acabó el llamado quantitative
easing, la inyección de dinero en el sistema para disparar la liquidez, ayudar a los bancos a dar crédito y fomentar de esta forma el crecimiento y la creación de empleo en la eurozona.
Tras esta medida, deberán llegar otras, ya que se mantienen los tipos de interés en el 0% y el BCE seguirá con la intervención en el mercado a través de la reinversión de los importes procedentes de las emisiones de deuda que se vayan amortizando. Sólo este año, eso supone que aún habrá alrededor de 200.000 millones de euros en el lado de los compradores de deuda, lo que permitirá contener la escalada de las rentabilidades de los bonos en el mercado primario (las subastas) o en el secundario (la compraventa de deuda ya en circulación).
Pese a los matices, tanto en Frankfurt como en el mercado son conscientes de que llega la hora de verdad, el momento de ir retirando la respiración asistida que suponían los estímulos. Se trata de seguir los pasos de la Reserva Federal de Estados Unidos, que ya en octubre del 2014 dejó de comprar deuda y ahora ha situado los tipos de interés en el 2,5% tras las cuatro subidas del año pasado.
“Mario Draghi se erigió como el salvador del euro, el BCE se convirtió en el principal comprador de bonos soberanos y eso ayudó a reducir los diferenciales de deu- da de los países de la eurozona, pero ahora lleva cuatro años de retraso en cuanto a la retirada de estímulos”, advierte Jordi Solsona, gestor de Indosuez Wealth Management en Barcelona, que ve saludable la normalización de la política monetaria.
La eurozona crece a un ritmo de cerca del 2% anual y, en teoría, se dan los elementos para recuperar la ortodoxia, que dice que los bancos centrales están para arrimar el hombro cuando las cosas van mal o anticipar las correcciones necesarias para corregir los desequilibrios del sistema. Ahora, aunque aún hay muchas tareas pendientes en la eurozona y flotan algunas dudas en varias de sus economías –asoma la desaceleración, y el viernes se supo que los precios ya sólo crecen al 1,6% interanual–, los estados, las familias, las empresas y la banca entran en un nuevo escenario.
El BCE será, paulatinamente, menos protagonista que en los últimos años. Y eso tendrá consecuencias. Las dos más obvias se verán en la formación de los precios en el mercado de financia-
ción –tanto créditos al sector privado como títulos de deuda soberana y corporativa– y en cualquier tipo de activos, desde el inmobiliario hasta las acciones. La retirada progresiva del BCE ya está dejando notar sus efectos. “Desde el verano se ve que a las empresas que acuden al mercado a colocar sus bonos les cuesta tener la sobresuscripción que tenían antes, lo que ha provocado un incremento de los spreads [diferenciales de tipos de interés]”, apunta Fernando García, director general de Debt Capital Markets de Société Générale en Iberia. Aunque el BCE no haya subido todavía los tipos, el mercado va poniendo poco a poco a los emisores en precio.
“Después del viento de cola del BCE del que disfrutamos todos, ahora llega el tapering [la retirada de los estímulos] y eso implica que el viento pare o sople en contra”, dice Solsona, de Indosuez. Financiarse será más caro, pero hay un consenso generalizado en que los bancos centrales irán con mucho tiento para evitar una nueva catástrofe o retrasar la inevitable próxima recesión. La Reserva Federal ya redujo de tres a dos las alzas de tipos previstas para este año, y esta semana saltó a la palestra Robert Kaplan, presidente de la Reserva Federal de Dallas, para decir que no vería conveniente una nueva subida por parte de la Fed antes del verano. Es decir, no aumentar el precio del dinero en Estados Unidos al menos hasta septiembre.
El BCE, por su parte, tenía en su hoja de ruta esperar a ese momento para realizar su primera subida de tipos desde el 2011 y la primera también en el mandato de Draghi. Pero, ahora mismo, en el mercado se duda de que llegue a realizarse. “El enfoque será más que nunca el crecimiento”, añade García, de Société Générale. El BCE tiene la difícil tarea de entrar en una nueva fase sin estropear la relativa paz actual. Draghi se la juega otra vez. Pero esta ya es la última.