China consume a menor ritmo
La bajada en las ventas de coches o de móviles apunta a que mengua la confianza del consumidor chino
Ni el pinchazo de las puntocom a principios de siglo ni el estropicio financiero del 2008. Nada –ya fuera crisis económica, desplome bursátil o conflicto bélico– parecía poder acabar con la confianza de los consumidores chinos, que han seguido gastando yuanes con alegría durante los últimos años, para alborozo de empresas locales y extranjeras. Pero como dice el refrán, todo lo bueno se acaba y, justo ahora que la economía global más necesita de su tremendo potencial para seguir creciendo, hay indicios de que la otrora inquebrantable confianza de la clase media china podría estar mermando.
Unodelosúltimos en poner el foco sobre la salud de la segunda mayor economía del planeta fue Tim Cook, el consejero delegado de Apple. “Pese a que anticipamos algunos desafíos en mercados emergentes clave, no supimos prever la magnitud de la desaceleración económica, sobre todo en China”, dijo en una carta a los inversores en la que, por sorpresa, rebajó la proyección de sus ventas. No en vano, la gran China –que también incluye Taiwán y Hong Kong– representa en torno al 20% de sus ingresos globales, y la caída de las ventas de sus aparatos en este territorio tiene un reflejo directo en su balance de cuentas.
Según los analistas, los decepcionantes resultados de Apple no son del todo achacables al comportamiento del consumidor chino, ya que también dependen en gran parte delas decisiones tomadaspor la propia compañía. Pero lo cortés no quita lo valiente, y lo cierto es que las pistas dadas por la firma americana siguen a otras que parecen ahondar en esa tendencia: las ventas al por menor en China pasaron de crecer un 9,7% en enero del 2018 a un 8,1% en noviembre; las de móviles cayeronun13% eneltercer trimestre del año; el mercado inmobiliario se encuentra en horas bajas; y las bolsas perdieron el año pasado una cuarta parte de su valor, solo por citar algunas.
El último indicador llegó esta mismasemana, cuandosesupoque la venta de coches en el gigante asiático –el mayor mercado del mundo– se cerró en 2018 con 22,7 millones de autos comercializados. Este dato supone un retroceso del 6% con respecto al año pasado y la primera caída en al menos 20 años, según la Asociación de Automóviles dePasajeros. Songuarismosque
inquietan a las automovilísticas nacionales y extranjeras, especialmente a firmas como General Motors, Volkswagen o Ford, que han apostado fuerte en los últimos años por el mercado de este país asiático.
Tampoco se puede decir que esta situación haya llegado por sorpresa. Con un tamaño y población propios de un continente, en el que se entremezclan ciudades ultramodernas con zonas rurales en las que la gente vive por debajo del umbral
de la pobreza, Pekín lleva años registrando un proceso gradual y controlado de desaceleración económica. Lejos quedaron aquellos espectaculares crecimientos del PIB superiores al 10% registrados hace menos de una década. Teniendo en cuenta las no siempre fiables estadísticas chinas, el país se expandió durante el último año en torno al 6,5%, una cifra envidiable para la gran mayoría pero que le sabe a poco al régimen comunista.
Para el 2019, ya hay quien advierte que la tendencia continuará y que el ejercicio entrante podría cerrarse con un crecimiento del 6%.
La aparente frenada viene motivada por factores internos de largo recorrido: la preponderancia de las ineficientes –y siempre pendientes de reforma– industrias estatales frente a la iniciativa privada; el preocupante aumento de la deuda corporativa; la subida de los costes de producción; o unas perspectivas de futuro menos alentadoras. Si a esto se le suma la posibilidad de una guerra comercial total con Estados Unidos –un conflicto incierto que parece trascender el mero intercambio de mercancías y amenaza con convertirse en otro por la influencia y el poder global–, no es de extrañar que el consumidor chino se lo piense ahora dos veces antes de gastarse el salario de un mes en un móvil con el logo de la manzana.
Por el momento, el aterrizaje brusco tantas veces pronosticado –y nunca materializado– para la economía china parece lejos de producirse, lo que no quita que la preocupación flote en el ambiente. “La mayor ansiedad de las autoridades entorno ala economía es obvia, y el tono de auto felicitación que se veía hace un año ha desaparecido por completo. Está claro que los líderes chinos esperan un 2019 complicado”, avanzó la consultora Trivium en una reciente nota a sus clientes.
Sus líderes ya se han metido en harina aplicando medidas para apuntalar la economía mediante recortes de impuestos para los consumidores o anunciando una reducción del coeficiente de caja requerido a los bancos, lo que permitirá liberar unos 188.000 millones de euros que podrán ser prestados a las pequeñas y medianas empresas locales.
Pero enel aire quedan cuestiones tan importantes comoladesiPekín elegirá impulsar el crecimiento recurriendo a las palancas tradicionales, como la construcción de grandes infraestructuras financiadas con deuda, o afrontará dolorosas reformas estructurales que reduzcan el riesgo financiero a costa de, por ejemplo, un aumento del paro. “La pregunta ahora es si China puede estabilizar su crecimiento económico al mismo tiempo que afronta vientos encontra”, resumió WeiLi, analista del banco Standard Chartered. “Si el mercado laboral empeora, las condiciones financieras no mejoran o las bolsas se mantienen a la baja, todo esto podría afectar aún más la confianza del consumidor chino”, agregó.