El PIB, frente al espejo El PIB de Japón en los 2000 era un caso perdido y en cambio Pilling veía mejorar a los japoneses
El mundo avanzado, advierte David Pilling, se ha mirado durante años en el espejo con cierta vanidad viendo en él crecimiento. Unespejo que era una cifra mágica, el PIB, el producto interior bruto, medio básico para juzgar el atractivo de nuestras sociedades, indicador del bienestar de un país aunque el propio creador de esta medida advertía contra ello. Hoy si el PIB crece es que todo debe estar bien; si se contrae, no tanto: el camino es siempre más. Y sin embargo, afirmaenelensayoEldeliriodelcrecimiento, el PIB es como el espejo distorsionado de un parque de atracciones y se contradice de manera creciente con la realidad. Y ha creado una “edad de la ira” con convulsiones políticas en países que, según suPIB, nuncahabíansidotanricos. Enelorigendela convulsión hay razones diversas, remarca, pero una muy importante, explica este periodista del Financial Times, es que nuestra definición de crecimiento ya no encaja con la experiencia vivida por la gente.
El autor recuerda que el concepto de PIB lo inventó Kuznets enlos años treinta comoherramientapara tener cifras sólidas para hacer frente a la GranDepresión. Pero ya entonces Kuznets advertía de la necesidad deunamedidaquereflejaraelbienestaryno una mera suma de toda la actividad: quería excluir las actividades ilegales y las industrias dañinas, pero perdió. Al PIB hoy le van bien la destrucción de un huracán, la contaminación o la guerra. Y ningunea las labores del hogar. Además, remacha Pilling, es hijo de la era de la manufactura, diseñado para medir la producción física, con notables problemas para encontrar sentido a las modernas economías de servicios. Además de revelar poco sobre la creciente desigualdad o los desequilibrios globales. Para que nada falte, requiere producción y consumo incesantes, lo que no casa bien con el estado del planeta.
Pilling traza una panorámica de la cuestión, propone medidas como el producto interior neto, para saber si un país está agotando su capital para lograr aumentos insostenibles de la producción, y buscar nuevosíndices debienestar. Yaclara dedóndesurge su interés por el tema: cuando informaba de Japón a principio de milenio, las cifras del PIB hablaban de un país estancado, de un caso perdido. Él veía desempleo bajo, condiciones de vida al alza y comunidades intactas, a diferencia de las de EE.UU.
La editorial Alienta lleva tiempo publicando una colección cuyos títulos comienzan sistemáticamente “El pequeño libro de...”. Puede ser de las ventas, de la superación personal, del day
trading, de la influencia y la persuasión, de la negociación o, incluso, de la felicidad. Pequeños manuales eminentemente prácticos editados como si fueran pequeñas biblias con una tapa dura que parece piel. Ahora llega El pequeño libro de
los grandes gurús del management, que, en esa línea práctica, resume en cuatro páginas las ideas centrales de los nombres más conocidos de la disciplina, comenzando, claro está, por Peter Drucker, que contra la idea de que el objetivo central de una empresa es maximizar beneficios, afirmaba que “una empresa existe para crear y mantener un cliente”. Jack Welch y la necesidad de la ventaja competitiva –“sin ella, no compitas”–, Andrew Carnegie, recomendando “vigilar los costes y los beneficios se vigilarán solos”, Philip Kotler –“Las buenas empresas cubren necesidades. Las grandes empresas crean mercados”– o Henry Ford –“El secreto de una vida exitosa es descubrir cuál es nuestro destino y cumplirlo”– son algunos de los gurús que revisita el manual.