Patrimonio artístico
El artista cobró 10.000 dólares y salía a subasta por 10 millones
Hay algunos debates sociales con relación a la conservación del patrimonio artístico y la financiación de entidades culturales que aún no tenemos resueltos del todo. En este 2018 que dejamos atrás han aflorado varios casos sintomáticos que con los años no harán más que agudizarse. Hace unos meses, la ciudad de Chicago decidió reformar el ala Legler de su biblioteca pública y, ante la falta de fondos municipales, hizo gestiones para vender en subasta una fantástica obra mural de Kerry James Marshall que colgaba en las paredes de la biblioteca desde 1995, cuando el artista la realizó por encargo del Ayuntamiento cobrando 10.000 dólares de aquel momento.
La obra apareció en los catálogos de Christie’s Nueva York para ser subastada el pasado noviembre, ¡con un estimado de entre 10 y 15 millones de dólares! Una cantidad importante, pero realista en la medida que en mayo, otra obra suya que había realizado en 1997 para otra institución pública de la ciudad y por la que había cobrado 25.000 dólares se vendió en Sotheby’s por 21,1 millones, convirtiéndolo, de paso, en el artista afroamericano vivo más cotizado en subasta.
Pese a que parte de los fondos generados debía ir destinada a ayudar nuevos proyectos de arte público, se generó en la ciudad un debate que discurrió desde por qué se debía vender esta obra de un artista que tiene una relación vital con Chicago, y no, por ejemplo, la enorme escultura pública que tienen de Picasso, la cual solucionaría muchas más precariedades sociales; hasta quienes decían que la ciudad dispone de suelo público para ser liquidado y no debería ser necesario vender su patrimonio artístico.
Sabiamente, el alcalde rectificó y decidió retirar la obra de la subasta, ajustó la reforma a algo menos de dos millones de los casi 11 iniciales y declaró que la obra volvería a colgar en su sitio original. Algunos pueden pensar que esta polémica nos coge lejos, pero el debate de la financiación de las instituciones culturales no puede llevarnos a que estas liquiden el patrimonio que en realidad están llamadas a preservar.