CRÍTICA FIGURAS Y DISTORSIONES
otros escultores de la misma generación, como Samuel Salcedo, Efraïm Rodríguez o Gerard Mas. La escultura de Miyares guarda relación con el arte pop, pero su tono es propio del siglo XXI. Y no por sus materiales, que son la madera y la pintura.
Miyares desfigura sus figuras. Duplica o multiplica algunos elementos, como brazos o cabezas. O bien divide las figuras en varias secciones y adjudica a cada fragmento una escala distinta. O también las distorsiona de diversas maneras, a menudo alargando las cabezas hasta convertirlas en monstruos fusiformes. Y el color es otro elemento significativo. Sus alargamientos de rostros tienen un sentido irónico y antisolemne, opuesto al de la obra de Plensa, pero también podrían convertirse en una fórmula.
Y la muestra del pintor danés Jacob Brostrup (1973), en la galería Contrast, merece visitarse por cuadros como Mountain o The Pool and the Greenhouse. Es interesante su proceder mediante superposiciones casi cinematográficas y creo que su pintura sería mejor si huyera de esos colores demasiado vivaces y artificiales. Tomás Paredes
Naturaleza trascendida, su tercera individual en Marmurán, reúne obra reciente: unas ramas de hojas verdes, susurros, sobre un muro invisible y objetos, casi en estado de niebla, en una atmósfera de vacío o sobre superficies adivinadas. El concepto oriental del vacío, que ejecuta el artista de manera mágica y misteriosa, orienta toda su estética.
Teruhiro Ando (Kagawa, 1962) estudia pintura en la Universidad de Tama, dos posgrados en Liubliana y es becado en la de Edimburgo. De esta forma, aúna la tradición oriental y la occidental, algo que evidencia su pintura, creando un icono peculiar, especial, distinto, propio. Reside en Toledo desde 1992.
El poeta Jesús Cobo, quien mejor ha analizado sus etapas, concluye: “Ando, como todos los grandes creadores, comienza su labor como adivino y la concluye como profeta. Principio y fin de su trabajo esmerado, afán continuo para alcanzar la perfección (conceptual, técnica, compositiva, y expresiva) tan admirablemente resuelto que hace a este pintor inclasificable, y convierte en delirante modernidad su delirante clasicismo”.
¿Es idóneo tildarlo de realista, hiperrealista? No, pues aun siéndolo, hay algo más. Pinta el aire, la atmósfera grisácea, o de un blanco roto, que envuelve en intensa luz, permitiendo que la planta, una flor, un vaso o un cuenco, no se conviertan en protagonistas, sino en complemento del ambiente ahormado. Ylo hace con una sutileza, que maravilla, aprovechando las sombras levísimas, para conseguir una profundidad hechicera. Como en Metáfora I (2018, acrílico/lienzo, 130x162 cm, 5.450 euros), expuesta.
Ha expuesto en Liubliana, Edimburgo, Toledo, Málaga, Madrid. Acapara los premios más brillantes y presencia en colecciones de fuste. Minucioso, pulcro, da emoción incontenible a ese vacío, que es espiritual. Crea aura y adhesión emotiva.