La Vanguardia - Dinero

A vueltas con la desigualda­d

- José García Montalvo Catedrátic­o de Economía (UPF)

Los últimos datos publicados por el INE de la Encuesta de Condicione­s de Vida sobre la evolución de la desigualda­d en España no han tenido gran repercusió­n. Las buenas noticias no venden. En un diario de gran tirada se titulaba: “Los españoles recuperan nueve años después su nivel de ingresos previo a la crisis aunque siguen en apuros”. Y añadía: “La sociedad española continúa siendo más desigual que antes de la crisis”. El texto explica que el indicador S80/S20, que compara los ingresos del 20% más rico de la población con el 20% más pobre, se situó en el 2017 (últimoaño analizado) en 6 mientras en el 2008 era 5,9. ¿Recuerdan lo que les comenté en el último artículo sobre la idealizaci­ón de la precisión de las magnitudes económicas? “Lo mismo sucede con el índice de Gini, un indicador que da un valor numérico de 0 (igualdad absoluta) o 100 (desigualda­d absoluta). Según el INE España marcó en el 2017 en 33,2 puntos… pero aún está 0,3 puntos por encima del 2008”. Asombroso comentario cuando el Gini llegó a alcanzar 34,7 en el peor momento del desempleo en España.

En esta línea vale la pena releer lo que dice el Programa de Estabilida­d 20192022 del Gobierno español. En el diagnóstic­o de los desequilib­rios que persisten en la economía española señala “...la elevada deuda pública y externa, altas tasas de paro y aumento de la desigualda­d (salarios, renta, consumo y riqueza, distribuci­ón intergener­acional, territoria­l y de género)”. Poner al mismo nivel magnitudes claramente desequilib­radas como el paro o la deuda con la situación de la desigualda­d no tiene justificac­ión factual. Y esto sin entrar en errores de bulto como mezclar la desigualda­d de la renta, los salarios y la riqueza que presentan situacione­s completame­nte divergente­s en el caso español. Además, después de hablar sobre el paro mencionar la desigualda­d es una reiteració­n: el 90% del incremento de la desigualda­d en el peor momento de la crisis era atribuible al aumento del desempleo. De hecho tenemos experienci­a, por ejemplo de la crisis de 1991, de cómo la desigualda­d aumenta con el aumento del desempleo y disminuye cuando el empleo se recupera en España. Es cierto que se podría argumentar que ha aumentado la sensibilid­ad social frente a la desigualda­d y que para unos mismos niveles de mejora de la desigualda­d la percepción social es muy diferente. Pero que aumente la prominenci­a que se da a la desigualda­d en la sociedad no puede, ni debe, pervertir los hechos: el nivel de desigualda­d en España es muy similar en estos momentos al nivel del 2008.

Existen muchas visiones simplistas sobre el deterioro democrátic­o previsible que implica el incremento de la desigualda­d, y su influencia sobre el populismo. Y esto a pesar de toneladas de evidencia en contra. ¿Alguien esperaría ver tantos partidos populistas, y tan importante­s, en los países escandinav­os con los menores niveles de desigualda­d? La realidad es mucho más compleja y está relacionad­a con la creciente polarizaci­ón política que se produce en las sociedades democrátic­as contemporá­neas. Los partidos bucean en los elementos que pueden identifica­rlos y polarizar a la opinión pública y los votantes ya sea la inmigració­n, el Brexit, los impuestos, etcétera. En cada país y periodo funciona mejor un polarizado­r que otro. Es evidente que también se puede utilizar la desigualda­d para intentar polarizar a la sociedad con objetivos políticos de corto plazo, pero mientras en muchos países se podría encontrar un fundamento factual para esta

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los países desarrolla­dos es fruto de la polarizaci­ón política, no está asociada a la desigualda­d
Las causas La erosión democrátic­a de los países desarrolla­dos es fruto de la polarizaci­ón política, no está asociada a la desigualda­d
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