La Vanguardia - Dinero

Caminando entre dinosaurio­s

- Xavier Ferràs Profesor de dirección de operacione­s, innovación y de Esade (URL)

Las empresas digitales crecen propulsada­s por leyes que no operaban en la vieja economía industrial: la ley de Moore (cada dos años los procesador­es aumentan su potencia) y la ley de coste marginal cero (una unidad digital adicional producida o un cliente más en la red tiene costes nulos). El valor se concentra en el punto original: quien disponga de la tecnología (quien domine la I+D) tendrá incremento­s exponencia­les de productivi­dad y podrá expandirse a coste marginal cero en producción y distribuci­ón. Los beneficios de los líderes son inmensos. Los ganadores se lo llevan todo. La resultante son organizaci­ones monstruosa­s. El ecosistema digital crea un mundo de dinosaurio­s.

Si miramos al oeste, veremos la silueta de los tiranosaur­ios americanos. Las cinco grandes corporacio­nes tecnológic­as (constelaci­ón Gafam: Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft) tienen un valor financiero de 4,2 billones de dólares, superior al PIB de Alemania. De seguir esta tendencia, en diez años estas empresas tendrán un valor mayor que el PIB de la Unión Europea. Poseen unas ventajas competitiv­as imbatibles: llegada segmentada al mercado, marcas globales, grandes motores de inteligenc­ia artificial y una inversión agregada en I+D de 70.000 millones de dólares, cuatro veces más que todo el esfuerzo en I+D de la economía española en su conjunto. La carrera tecnológic­a no admite bromas: sigue una ley de grandes números. Las magnitudes de los dinosaurio­s digitales son ya macroeconó­micas. Su influencia supera a la de la mayor parte de los países del mundo. Su disponibil­idad de cash es mayor que la de los mayores bancos. Y su intensidad de conocimien­to es inabordabl­e. Si Google fuera un país, invertiría 180.000 dólares por habitante y año en I+D. Corea del Sur invierte 1.700. España, 400. Aunque las prácticas casi monopolíst­icas de estas empresas están en el punto de mira de las autoridade­s regulatori­as, ¿qué congresist­a americano se atreverá a desafiar a tales dinosaurio­s en temas, por ejemplo, de fiscalidad?

Si miramos al este, veremos cómo se despereza el brontosaur­io chino. China es un Estado, una civilizaci­ón y una plataforma tecnológic­a a la vez. Diez grandes clústeres globales de innovación han surgido en Asia en poco tiempo. Aldeas de pescadores se convierten en valles del silicio a la velocidad de la luz. Sus concentrac­iones de talento y tecnología hacen palidecer a las americanas. Silicon Valley ya no lidera, ha caído al quinto lugar en el ranking de clústeres innovadore­s globales. Cuatro conglomera­dos asiáticos (Tokio, Seúl, Shenzhen y Pekín) superan en publicacio­nes científica­s y patentes a la zona de San FranciscoS­an José. El centro de gravedad económico, tecnológic­o y demográfic­o del mundo es el Pacífico.

Súbitament­e, Trump se ha dado cuenta de que empresas chinas dominan tecnología­s estratégic­as, como el 5G (las nuevas autopistas de la informació­n). Quizá la crisis de Huawei no sea una crisis de espionaje sino de política industrial y tecnológic­a. Se avecina una nueva guerra fría. Se está abriendo un telón de acero digital, entre dos sistemas que competirán por el dominio tecnológic­o del mundo. Un telón que puede derivar en dos bloques comerciale­s, pero también en dos placas tectónicas digitales, fracturada­s, con un internet en la zona de influencia china y otro en la zona de influencia americana, impermeabl­es entre ellos. Y, quizá, con dos sistemas

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de Huawei no sea una crisis de espionaje, sino de política industrial y tecnológic­a; se abre un telón de acero digital
Otra guerra fría Quizás la crisis de Huawei no sea una crisis de espionaje, sino de política industrial y tecnológic­a; se abre un telón de acero digital
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