La nueva Pace Gallery
La excelente noticia es que la neoyorquina Pace Gallery, con seis sedes repartidas por todo el globo, recién ha inaugurado una nueva y espectacular sede en Chelsea que revela el potencial artístico y económico que ahora mismo tienen estas mega galerías. La no tan buena es que esto se da en un contexto donde las galerías pequeñas y medianas luchan por sobrevivir y poder mantener sus sedes abiertas al público para promocionar a sus artistas. Pero sería injusto achacar sólo a las grandes galerías todos los males de esta industria y no poner en valor el esfuerzo que hacen por lo artístico.
La nueva Pace es un sueño hecho realidad en cuanto al espacio se refiere: un edificio de ocho plantas y 7.000 metros cuadrados que además de despachos y almacenes, alberga, en pleno Manhattan, enormes salas de exposición, algunas dedicadas a new media y a performances, así como espacios para programas públicos, visionados privados, una fantástica biblioteca de diez mil volúmenes para investigación y un jardín de esculturas en la terraza. Con un coste de rehabilitación de 20 millones de dólares, la galería se convierte en un relevante núcleo multidisciplinar que señala cual puede ser el rol de las galerías en un futuro inmediato.
Su fundador, Arne Glimcher, declaraba en la inauguración que “la clave está en aprovechar el momento y saber qué es relevante en estos tiempos”. La trascendencia de una galería no son sus paredes sino su parrilla de artistas, como la que la Pace ha articulado de casi un centenar de nombres, que van de históricos como Calder a brillantes promesas como Nina Katchadourian. Yun gran equipo humano, como el que lidera el hijo de Glimcher, Marc, que cuenta con grandes profesionales como Susan Dunne o Adam Sheffer. La nueva Pace tiene todos los ingredientes para ser un extraordinario espacio de pensamiento y el referente galerístico que ha venido siendo durante más de 50 años.