El factor humano

Algunos ciudadanos empezamos a estar un poco cansados de soportar ciertos discursos, cargados de frases rotundas sin derecho a réplica y pronunciados en tono magistral, que tratan sobre las indiscutibles ventajas de los cada día más numerosos sistemas de ayudas a la conducción adoptados en los automóviles. Nadie pretende poner en duda que Santa Electrónica ha salvado y seguirá salvando las vidas de millones de conductores, con intervenciones próximas a los milagros. Pero nos resulta un tanto agotador que el factor humano al volante sea como el demonio.

Además de aguantar las lecciones de los ingenieros expertos en materia de seguridad activa, que glosan las maravillas de los avanzados sistemas inteligentes desarrollados para velar por nuestras vidas mientras circulamos al volante, a los periodistas del motor nos toca empaparnos con sesudos estudios sobre los accidentes, que coinciden en señalar a los conductores como los culpables principales del peligro en la carretera.

Nos encantaría que se revisara mejor el estado de las vías y la señalización para completar la lista de causas de accidentes, y también que se tuviera en cuenta que algunas veces ocurren fallos en los sistemas electrónicos, que no se adaptan como las personas a los cambiantes factores externos. Cualquiera de estos maestros de las cosas evidentes debería saber que, mientras esperan la llegada del coche autónomo, la mejor estrategia para mejorar la seguridad es contar con el conductor como aliado principal.

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