La Vanguardia - Dinero

Entre liturgias y resultados

- Xavier Marcet Presidente de la consultora Lead to Change

Hace unos días el presidente de una de esas compañías cercanas que aspira a facturar mil millones de euros pronto, meconfesab­a que lleva más de diez años invirtiend­o en actividade­s de innovación sin resultados tangibles. Es una compañía que ha hecho bien los deberes y a pesar de estar en un sector de Ebitda muy ajustado, se ha internacio­nalizado, se ha diversific­ado y tienen una buena reputación de marca. Su asignatura pendiente es la innovación. La pregunta del presidente no era retórica. ¿Vale la pena continuar insistiend­o? Su propia respuesta era que sí. Que no hay que desfallece­r a pesar de que la innovación no es tan fácil como parecía. Es difícil encontrar más sensatez. La pregunta siguiente era lógica: ¿lo estamos haciendo bien en innovación?

Yaquí es dónde creo que a todos los que hemos intentado ayudar a las empresas a innovar nos debería concernir la pregunta. Yo al menos por mi parte entono el mea culpa. Creo que llevados por la constataci­ón de que el mundo está aventado por las disrupcion­es y pecando de un excesivo mimetismo de la innovación california­na, nos creímos que esto de la innovación era más fácil. Vamos, que con ponerle unas onzas de design thinking, media libra de open innovation, hacer un viaje de turismo de innovación a Silicon Valley y convocar una hackaton lo teníamos todo arreglado. Ysi faltaba algo poníamos paredes de cristal con post it a granel y los más modernos adornaban su oficina con un futbolín. No era tan fácil. Lo que se ha hecho a menudo es industrial­izar el humo. Veo a bastantes empresas con un empacho de inspiració­n, con biblioteca­s llenas de ideas, pero mecuesta mucho más reconocer la innovación en las cuentas de resultados. Al final el índice de vitalidad es lo importante. Es decir, saber al cabo de un tiempo, qué parte de ingresos y de beneficios correspond­en a proyectos que hace dos o tres años no existían y provienen de proyectos de innovación. Amí, nadie me tiene que convencer que la innovación aporta más beneficios: abre la mente, prepara ante la disrupción, desarrolla el talento. Pero las empresas, sobreviven si son capaces de vender sus nuevas ideas innovadora­s en los mercados. Las empresas no sobreviven solamente por número de workshops por metro cuadrado. La innovación, al final, es lo nuevo que se vende. No digo al principio, digo al final, porque los que quieren resultados de innovación en pocos meses tampoco han entendido muy bien de qué se trata.

Reconozcam­os dos cosas. Una, que la innovación es muy difícil. Segunda, que no hay alternativ­a. Ycuando digo que no hay alternativ­a no lo digo desde la superiorid­ad moral de esos brujos de la innovación que reparten recetas por doquier. Lo digo porque miro la historia. Mirando la historia, veo que las empresas no sobreviven si no evoluciona­n con sus clientes. La innovación es el esfuerzo por crear nuevo valor para sus clientes y es una cultura que permite adaptarse a los cambios asumiendo que hay riesgo en ello. Muchas empresas empezaron con un gran impulso innovador y a medida que crecían sus estructura­s se paralizaba­n. Otras empresas han sabido mantener la tensión innovadora toda su historia y a pesar de ello no siempre les fue fácil sobrevivir. Pienso en la francesa Danone, que fundada en Barcelona en 1919 ha sabido evoluciona­r con sus clientes. Pero pienso también en Olivetti, que fue capaz de definir bien la transición de la máquina de escribir al ordenador personal pero que sucumbió fuera del ecosistema dónde cuajó la revolución informátic­a. Por cierto, si quieren pensar en un gran empresario innovador y huma

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Postureo La innovación va más allá de términos como
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