La obstinación de Johnson no sale gratis
La conferencia anual del partido conservador confirmó esta semana el cierre de filas en torno a su líder, el primer ministro Boris Johnson, obstinado en sacar al país de la Unión Europea el 31 de octubre con o sin acuerdo, pese a la oposición del Parlamento. La amenaza de una moción de censura sigue presente, aunque la hipotética celebración de nuevas elecciones, a falta de una alternativa estable, sitúa a Johnson de nuevo a la cabeza en intención de voto.
A nivel económico, los malos augurios de una posible salida sin acuerdo se han instalado en el país. Esta misma semana, la Oficina Nacional de Estadísticas británica confirmó la primera contracción de la economía británica desde el 2012: -0,2% en el periodo abril-junio, frente al +0,5% acumulado entre enero y marzo, impulsado entonces por el incremento de pedidos y existencias de industrias y familias ante la incertidumbre política. El parón trimestral se notó en el sector fabril, con el mayor retroceso de la última década, aunque preocupa más el estancamiento del sector servicios, el pilar de su economía.
No es el único dato que ha puesto en guardia al ejecutivo de Johnson. El mal comportamiento de la libra esterlina, derivado del Brexit, pone el énfasis en el seguimiento de la inflación que, si bien permanece bajo control, deberá reflejar en algún momento el crecimiento salarial. Por otro lado, el sector inmobiliario avisó en Londres con una caída interanual de precios del 4% durante el primer trimestre, el mayor retroceso desde el 2009 tras la crisis financiera. No todo son noticias negativas, ya que la economía británica presenta una muy baja tasa de desempleo, la menor en 45 años; y pese a la incertidumbre, series como las ventas al detalle y la confianza consumidora apuntan a que el británico de a pie seguirá sosteniendo la economía.
En paralelo, el Banco de Inglaterra es consciente de los tremendos desafíos a los que se enfrenta Reino Unido. Así, no es casualidad que Michael Saunders, miembro del ala dura de la institución, reconociera que la entidad sopesa recortar el precio oficial del dinero, ahora en el 0,75%. La posibilidad de que el próximo movimiento en tipos sea a la baja es ahora probable, ya que retrasar una decisión de tal calibre, incluso si el país evita una salida de la Unión Europea sin acuerdo, podría suponer “adoptar políticas inadecuadas”.
Acuerdo, extensión o desacato son las tres opciones con las que cuenta Johnson a estas alturas del culebrón. La última propuesta del premier británico, reconociendo un estatus especial a Irlanda del Norte y la creación de dos fronteras virtuales –en el mar del Norte y entre las dos Irlandas– es difícil que prospere, hecho que nos enfrenta a semanas de incertidumbre. Y una nueva extensión del plazo sólo llegará previo desacato de Johnson al mandato del Parlamento, lo cual abocaría al país a nuevas elecciones. Mientras tanto, la libra esterlina se mantiene débil en su cruce con el euro, próxima a los 0,90 y alejada de niveles más acordes con el peso económico del país. Si se cumple nuestro escenario central de rúbrica de un acuerdo, en octubre o con el plazo extendido, la divisa británica sólo podrá mejorar.