Deslocalizaciones
El domingo pasado valoraba el Barcelona Gallery Weekend y ponía en valor el buen trabajo de las galerías en la promoción de sus artistas, al tiempo que constataba su extrema fragilidad, entre muchas razones, por un factor que viendo el mapa se aprecia que juega en su contra: la deslocalización.
Desde los años setenta, la sociología del arte, especialmente la estructuralista (Bourdieu), ha estudiado en profundidad los comportamientos de las industrias creativas y sus clústeres urbanos. Históricamente, las galerías han jugado muy bien la carta de los distritos de galerías, sabiendo que las dinámicas de concentración les favorecían. París, con sus tensiones entre Rive Droite y Rive Gauche, o Nueva York, con sus movimientos de la calle 57 al SoHo y luego a Chelsea, cuando no TriBeCa, Williamsburg o Brooklyn, o los casos de Londres o Seúl, nos muestran lo estratégico de estos clústeres.
¿Qué ha pasado en Barcelona que hemos perdido la poca concentración que teníamos? En su día Consell de Cent era el gran referente, con galerías de distintas líneas artísticas que se complementaban. Hoy la calle no tiene la densidad de años atrás, y su expansión a Enric Granados se ha diluido. El Born no funcionó, y en el Raval el Macba, siempre desconectado de ellas, no ha favorecido que aflorara un grupo compacto, lo que sí ha logrado el Reina Sofía en Madrid. Si además consideramos que Petritxol ha sido tomado por los turistas, que ni Senda en Trafalgar, ni Taché en la calle Mèxic, ni las tres de l’Hospitalet han generado el tirón para crear nuevas centralidades potentes, lo que nos queda es una atomización que no favorece en nada las visitas a las galerías.
La crisis ha ayudado a desmantelar lo poco que Barcelona tenía, pero a los galeristas les ha faltado la ambición y la grandeza de jugar unidos. Demasiadas individualidades y demasiado poco coleccionismo comprometido con el arte de la ciudad.