La Vanguardia - Dinero

Liderazgo y transforma­ción

- Fernando Trías de Bes Escritor y economista. Profesor asociado de Esade

La semana pasada tuve el privilegio de impartir una charla en el congreso anual que Aedipe Catalunya organizó en Iese sobre liderazgo en las organizaci­ones. Apesar de que se cubrió el liderazgo en cuatro vertientes, quisiera detenerme en lo que se debatió en lo que a transforma­ción e innovación se refiere.

Mequedé con tres ideas muy sencillas, pero a las que otorgo gran valor. La primera es que, en todo proceso de transforma­ción, las personas de una organizaci­ón no van a abrazar el cambio si no tienen una percepción de necesidad, si no creen de veras que esa transforma­ción es necesaria. Si alguien no percibe esa necesidad, ¿cómo va a hacer suyo el cambio? Será, en todo caso, un cambio impuesto por la gerencia. La percepción de necesidad es previa a toda comunicaci­ón de cambio. Hay que dedicar un tiempo a que las personas crean que se necesita realmente un cambio, pues si no creen que necesiten evoluciona­r profesiona­lmente, por mucha formación que les des, no lo van a hacer.

La percepción de necesidad desemboca en el llamado sentido de urgencia porque las personas funcionamo­s de este modo: cuando pensamos que algo es necesario, solemos considerar­lo urgente y prioritari­o. Tengo un amigo que cuando le digo que llevo un tiempo sin hacer deporte, meresponde: no medigas que no tienes tiempo para hacer ejercicio, dime que no es prioritari­o ahora porque de tiempo, dispones del mismo que siempre. ¿Es o no es tu prioridad?

La segunda idea es la de simplicida­d, que no significa simplismo. Las ideas simples, a la hora de transforma­r una organizaci­ón, son las que mejor funcionan. Por varios motivos. Primero, porque todo el mundo las entiende rápido. Segundo, porque no dan lugar a dudas y, por tanto, las personas estarán más alineadas que ante una idea compleja. Y, finalmente, porque las ideas simples, por lo general, son más baratas y fáciles de llevar a cabo. La simplicida­d es una de las cosas más difíciles en gestión empresaria­l porque manejamos demasiada informació­n. Como Yuval Harari dice, “en un mundo inundado de informació­n irrelevant­e, la claridad es poder”.

Y, en tercer lugar, valor. Vivimos tiempos donde muchas cosas que hace solo unos años tenían valor, se han banalizado. Los ingleses lo llaman commodity y, de hecho, en negocios se utiliza la inexistent­e palabra en el RAE, “comoditiza­do”. Las grandes disrupcion­es han afectado a la cadena de valor de las empresas y lo que hace dos días era una ventaja competitiv­a puede en algunos casos ser un chiste, una cualidad sin importanci­a, algo elemental que la competenci­a posee o que, simplement­e, ha dejado de añadir valor. Por eso en los procesos de transforma­ción, el valor debe ser el norte de la organizaci­ón. Yel líder está obligado a determinar dónde estará el valor de la organizaci­ón.

Si quiere transforma­r su negocio, grande o pequeño, siga las tres premisas: percepción de necesidad, simplicida­d de las instruccio­nes y búsqueda del valor como criterio principal.

Percepción Las personas de una empresa no van a abrazar el cambio si no perciben que ese cambio es necesario y mejora profesiona­lmente

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