‘Bienvenue’, madame Lagarde
Mario Draghi apura sus últimos días al frente del Banco Central Europeo, institución que abandonará el 31 de octubre tras ocho años de mandato. Cumpliendo con el guion esperado, el consejo de gobierno decidió el jueves mantener el precio del dinero en el 0% y la facilidad de depósito –ahora, cobro que realiza la institución a los bancos por mantener sus excedentes de liquidez– en el –0,5%. La institución confirmó además que reiniciará las compras de deuda a partir del 1 de noviembre a razón de 20.000 millones de euros mensuales. Asu juicio, el mayor riesgo para la eurozona es el debilitamiento económico prolongado, y apela a los gobiernos al uso de nuevas políticas fiscales expansivas como apoyo a las monetarias ya implantadas. La senda queda así marcada para Christine Lagarde, que toma el relevo el 1 de noviembre.
Los ocho años de Draghi contienen estadísticas interesantes para el recuerdo. La institución no subió nunca los tipos de interés con él al frente y sí los bajó en nueve ocasiones hasta el 0%, desde el 1,5% de entonces. Una vez menos, hasta en ocho ocasiones, redujo los tipos de la facilidad de depósito hasta el –0,50% mencionado desde el 0,75%, hace ocho años. También bajo su mandato las compras de activos y operaciones de financiación bancaria han duplicado el balance del BCE, hasta los 4,69 billones de euros, equivalentes al 40% del PIB de la eurozona.
Anecdotario estadístico aparte, hay consenso en señalar como gran logro de Draghi el afianzamiento del euro. Para el recuerdo quedará su frase del 2012 “el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Ycréanme, será suficiente”, en un momento en que las economías periféricas, sobre todo Grecia, estaban al borde del abismo. El uso de políticas no convencionales –préstamos subvencionados a los bancos para mejorar sus balances, tipos negativos para reducir el coste de préstamos y compra de bonos soberanos– redujo la percepción de riesgo en el mercado de bonos, a la postre termómetro de la fortaleza de la unión económica de la eurozona, y convenció a los inversores de la solidez del euro. El último eurobarómetro así lo atestigua, situando su popularidad en máximos desde su nacimiento.
En el terreno de los fracasos, sus detractores señalarán sin duda el hecho de no haber cumplido con el principal mandato de la institución, la estabilidad de precios, que aspira a un nivel de inflación por debajo pero cercano al 2%. El último dato de IPC de septiembre se situó en el 0,8% interanual, alcanzando el mínimo de los últimos tres años, que certifica el incumplimiento de esta misión.
La estabilidad de precios y convencer a Alemania de que gaste serán los objetivos de la presidenta entrante, Christine Lagarde. Un perfil más político, novedad frente a sus antecesores, y su inexperiencia al frente de un banco central deberán ser suplidos por una contrastada capacidad de comunicación en un momento de máxima división del consejo de gobierno, con la facción más dura insatisfecha con el rumbo de la institución en los últimos años. Empresa difícil y con margen de maniobra estrecho que requerirá originalidad a la hora de encontrar nuevos estímulos. El “nunca te rindas” de Draghi será probablemente la mejor opción para Lagarde en años venideros.