Menos rentabilidad
La cronificación de los tipos negativos es un hecho. Tras cinco años desde que el BCE situó los tipos por primera vez por debajo del umbral del cero por ciento, el horizonte de normalización ni se divisa. Algo tan impensable como pagar por depositar dinero en un banco es cada vez más verosímil. Las propias autoridades bancarias europeas animan a los bancos a traspasar los tipos negativos a los depositantes. En Italia, el principal banco del país transalpino ya ha anunciado el cobro de intereses negativos a partir del 2020, aunque ha subido el límite inicial previsto, de 100.000 euros, al millón de euros. Dicho límite irá bajando.
La situación de tipos negativos se ha trasladado a la mayor parte de los bonos soberanos europeos. Ya incluso las letras del Tesoro griegas ofrecen rentabilidad negativa. Inevitablemente, esta situación acaba afectando a los ahorradores e inversores.
Cuando las inversiones en renta fija a corto plazo proporcionaban una rentabilidad de, por ejemplo, el 3%, una persona podía destinar un 80% de su inversión a renta fija y el restante 20% a renta variable y no sufrir merma en su patrimonio, aunque la bolsa cayera un 12%. La rentabilidad de la renta fija cubría los descensos de la renta variable. Hoy en día dicho margen ha desaparecido completamente. La inversión en renta fija a corto plazo no ofrece rentabilidad alguna. Por lo tanto, la exposición a renta variable no disfruta del colchón procedente de las rentas de la parte de la inversión destinada a la renta fija.
Las expectativas de rentabilidad a futuro necesariamente han de ser menores que las obtenidas cuando los tipos de interés no estaban intervenidos y eran positivos.