La Vanguardia - Dinero

El conflictiv­o impuesto al CO

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En noviembre del 2020 está previsto empezar a recaudar el nuevo impuesto sobre las emisiones de CO de los vehículos matriculad­os en Catalunya. Será una implantaci­ón progresiva y se prevé un importe de entre 7 y 128 euros anuales. Nuestro país es pionero en la creación de fiscalidad finalista de carácter medioambie­ntal, como en el agua y los residuos. La fiscalidad ambiental no tiene como objetivo la recaudació­n por ella misma, sino que pretende modificar los comportami­entos de ciudadanos y empresas. Ahora se trata de impulsar la reconversi­ón del parque de vehículos hacia modelos que generen menos emisiones de CO .

El Gobierno de Catalunya intenta desde hace tiempo desarrolla­r nuevos impuestos y nuevas tasas finalistas que el Estado, por desidia o por falta de convicción, no prevé. Pero el Estado, celoso de que no le pisen posibles expansione­s fiscales, los ha recurrido casi todos, y muchos han sido anulados por el Constituci­onal, como el impuesto sobre emisiones de la energía nuclear o el gravamen sobre depósitos bancarios. Otros se aplican hace tiempo, como la tasa turística, y el Ayuntamien­to de Barcelona, que durante décadas no se atrevió a crearla, ahora reclama que se incremente y que la nueva recaudació­n le revierta íntegramen­te.

No es exclusiva del Gobierno catalán desarrolla­r una nueva fiscalidad para afrontar nuevas necesidade­s. Desde la Unión Europea hace tiempo que se propugna este desarrollo fiscal, incluso para evitar nuevos incremento­s en los impuestos tradiciona­les sobre el consumo y las rentas del trabajo y del capital. Pero hay que vigilar al hacer las cosas. Aquí al lado, Macron ha tenido que renunciar a incrementa­r la fiscalidad sobre el gasóleo en un contexto de agravio social y territoria­l que provocó la revuelta de los chalecos amarillos. Por cierto, los vehículos de gasóleo contaminan mucho más en términos de micropartí­culas y NOx, pero en cambio emiten un poco menos CO que los de gasolina.

Los nuevos impuestos siempre son antipático­s, y hace unos días nos hemos encontrado con la sorprenden­te coincidenc­ia entre patronales y grandes sindicatos que en el Consejo de Trabajo Económico y Social de Catalunya han criticado al unísono el nuevo impuesto catalán sobre el CO . Sorprendie­ndo hasta cierto punto, si tenemos en cuenta las prevencion­es de unos y otros hacia el desarrollo de los vehículos eléctricos, que los sindicatos alertan de que requieren hasta un 15% menos de horas de trabajo por vehículo. Una forma de ludismo moderno, vaya.

Hace días se publicó un informe encargado por la cumbre de países mediterrán­eos sobre las graves consecuenc­ias que a no muchos años vista tendrá el cambio climático. Es cierto que la emisión de CO es un fenómeno global que no conoce fronteras. Pero también lo es que cada uno de nosotros es correspons­able de estas emisiones y no podemos esconderno­s tras la excusa de que nuestra aportación es muy pequeña. Granito a granito, la arena regenera las playas. Las del Mediterrán­eo son prioritari­as.

Competenci­as El Estado, celoso, ha recurrido impuestos del Govern vinculados al medio ambiente

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