Los centros de innovación son locales
dos como genios solitarios. La gran mayoría de las patentes (un 88%) y de las publicaciones (un 68%) hoy se consiguen gracias a la aportación de trabajos conjuntos, en colaboración con dos o más personas, y ambos porcentajes en claro ascenso en los últimos años. “Las competencias tecnológicas hoy en día necesitan una intersección y un aspecto multidisciplinario”, explica el director general de la OMPI, Francis Gurry.
Al mismo tiempo, estos hubs (o clústeres empresariales), aunque sean de nicho o estén en continentes lejanos, colaboran cada vez más entre ellos: un quinto de los trabajos científicos publicados por estos centros nace gracias a su conexión transnacional. Esta combinación ha permitido el logro de grandes avances. Unoshechosque la OMPI celebra, “teniendo en cuenta las señales de progresivo cierre internacional, con el descenso de los flujos de inversión directa en los últimos tres años y el aumento del proteccionismo”.
Sin embargo, esta arquitectura peligra. “Vivimos un tiempo difícil”, argumenta Gurry. En efecto, los expertos reconocen que muchos gobiernos intentan poner en marcha su propio Silicon Valley, pero a menudo no lo consiguen.
Silicon Valley
Para ello, se necesita una gran cantidad de inversión en I+D y una economíamuyabierta, ademásdel efecto arrastre de alguna multinacional quetomeelliderazgoyhaga valer su economía de escala, y no siempre se dan estas condiciones. El hub también puede apagarse. De hecho, la OMPI recuerda que gran parte delas creaciones científicas, en sus momentos iniciales, acostumbran tener un empuje público (baste pensar en la tecnología militar, que posteriormente acaba teniendo una aplicación civil, como fue en su momento el GPS). Pero no todos se lo pueden permitir.
Asimismo, la célebre ley de Moore, que establece que la potencia de los microprocesadores se duplica cada año, en la actualidad es más difícil de mantener, entre otra cosa porque ahora se necesita, según Gurry, mucho más dinero para que la progresión se mantenga. Como siempre, manda el presupuesto.
El hub tecnológico no depende del tamañodelaciudad. Hayexcelencia en Tel Aviv, Stavanger (Noruega) o Berna, según el estudio. No obstante, esta peculiar estructura, en la que ciertas áreas urbanas llegan a representar el grueso de la producción inventiva y científica dentro del mismo país, crea también otro efecto colateral: una cierta discriminación territorial con el resto del territorio. De hecho, la OMPIseñalaquemenosdel 19% de la innovación se genera fuera de estos centros urbanos de innovación tecnológica.
“Uno de los desafíos más importantes es atender a las diferencias que se han creado en los últimos veinte años en términos de salarios, trabajos altamente cualificados y oportunidades que se ofrecen en estos núcleos tecnológicos conrespetoalresto del país”, señaló el economista jefe de la OMPI, Carsten Fink. El riesgo de marginalización y de incrementar desigualdades en el seno de un país es concreto. Y es la historia de estos días.
Mientras el mundo parece cerrarse, estos ‘hubs’ son más proclives a colaborar