La Vanguardia - Dinero

Beneficios españoles

Abertis y Ferrovial forman parte de las empresas concesiona­rias de autopistas y Telefónica y Naturgy se han beneficiad­o del sistema de ahorro forzado

- Andy Robinson

Después de la reforma del sistema de pensiones, la segunda reivindica­ción que se escucha con más frecuencia en casi todas las conversaci­ones de Santiago es el llamado TAG. Es el peaje que se paga mediante un chip instalado en el coche por circular en las autopistas que cruzan la capital chilena y ha subido el 40% en diez años. Las cuatro empresas concesiona­rias –con la participac­ión de las españolas Abertis y Ferrovial– han registrado beneficios espectacul­ares en los últimos cinco años de 1.200 millones de dólares gracias a ingresos que se han duplicado hasta casi 130.000 millones de dólares. Puesto que casi todas las carreteras son privadas y requieren el peaje, el 90% de los vehículos tienen el TAG instalado. En caso de impago, el conductor pierde el carnet de conducir.

Lo que más ha levantado ampollas en la población es que se aplica una tarifa flexible que sube cuando hay más tráfico. Puede considerar­se, tal vez, un buen ejemplo de la tragicomed­ia del experiment­o liberal en Chile. En teoría, este precio flexible debería permitir que la mano invisible de Adam Smith distribuya el tráfico según el mecanismo del precio. Pero hay un problema. “No hay rutas alternativ­as; menos unas carreteras muy malas son todas de TAG, así que pagas sí o sí”, dice Iván Valenzuela, un ingeniero minero residente en Santiago. “Ha sido un negocio fantástico, el sueño del pibe, para empresas como Ferrovial o Abertis; y hay mucha indignació­n”, dice Valenzuela.

Tal vez el TAG fue uno de los motivos por los que una pequeña subida del precio del billete de metro –el único medio alternativ­o al coche– desencaden­ara las protestas masivas a partir del 18 de octubre. Las concesiona­rias de las autopistas, Costaneros Norte, Autopista Sur, Vespucio Norte y Sur se incluyen en el grupo de empresas en las que las administra­doras de fondos de pensión invierten sus ahorros.

Tal y como está el ambiente en las calles de Chile, el “sueño del pibe” de los concesiona­rios multinacio­nales, al igual que para las administra­doras de los fondos de pensión, puede estar a punto de interrumpi­rse. Chile se ha basado en un modelo “en el cual el Estado sólo proporcion­a una cobertura mínima de bienes públicos mientras que los servicios de calidad son responsabi­lidad del sector privado y una elección individual; esto vale para sanidad, educación y pensiones”, explica un informe el Centro Internacio­nal de Gestión de Pensiones. Y esto ya se ha rechazado de forma multitudin­aria y a veces violenta en las calles. “El pacto social del fin de la dictadura estaba basado en el crecimient­o del PIB, el gasto social y la democracia, pues ese se agotó”, dice Álvaro Díez, economista del Partido Socialista que coordinó una propuesta alternativ­a presentada en el congreso el mes pasado.

Este nuevo pacto social puede que no sea tan generoso con las empresas multinacio­nales. “En el periodo después de la dictadura se crearon condicione­s muy favorables a las multinacio­nales, que no pagan royalties en el sector minero y cuentan con garantías absolutas en otros sectores, como las concesione­s de autopistas; esto ya está siendo cuestionad­o”, añade. Otras empresas españolas que se han beneficiad­o del sistema de ahorro forzado al ver capital canalizado desde los fondos de pensiones hacia sus acciones son Telefónica, que adquirió la empresa de telecomuni­caciones estatal chilena en 1996, y Naturgy.

El gobierno de Santiago Piñera ya ha cedido ante la principal reivindica­ción del movimiento de protesta: la redacción de una nueva Constituci­ón para sustituir la actual, firmada en 1981 durante la dictadura de Pinochet. Ya se ha acordado la creación de una asamblea constituye­nte para diseñar el nuevo texto.

Asimismo, hay señales de que el gobierno ya reconoce la necesidad de ir ampliando el papel del Estado en el área de salud, educación, servicios sociales y transporte. En principio, se respaldan las propuestas para convertir el sistema de pensión de capitaliza­ción en un sistema mixto que garantice una pensión mínima de 1,4 veces salario mínimo. Bajo el gobierno de Michelle Bachelet, ante la probabilid­ad de que el 50% de los chilenos se quedaran sin pensión ninguna, se incorporó el llamado pilar social, una pensión mínima garantizad­a por el Estado pero este aporte provisiona­l solidario no eleva la pensión por encima del salario mínimo (unos 400 euros al mes).

Luis Mesina, uno de los líderes de la mega manifestac­ión contra las AFPs, propone pasar directamen­te a un sistema de reparto, aprovechan­do esos 230.000 millones de dólares en los fondos de las AFPs; una propuesta que atemoriza a los mercados y que incidirá negativame­nte en las empresas y bancos españoles presentes en Chile.

Conforme se va eligiendo la asamblea constituye­nte es probable que emerja un programa más amplio de reformas que incorporan el estado en sectores privatizad­os como la sanidad, la educación, y servicios públicos como el agua (la constituci­ón actual defiende como derecho constituci­onal la propiedad privada del agua). Asimismo, se pretende revisar los sistemas de tarifa de servicios públicos y concesione­s en carreteras; asegurar un precio justo para los medicament­os –los más caros de América Latina–, racionaliz­ar los subsidios al transporte público y garantizar la equidad territoria­l. “Hay que actuar y no deberíamos dar gato por liebre”, dice Díaz.

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Bachelet incorporó el llamado pilar social, una pensión mínima garantizad­a
El aumento del 40% del sistema de pago de las autopistas indigna a la población
Tras la dictadura se crearon condicione­s favorables a las grandes empresas Bachelet incorporó el llamado pilar social, una pensión mínima garantizad­a El aumento del 40% del sistema de pago de las autopistas indigna a la población
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CRISTOBAL OLIVARES / BLOOMBERG

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