El mapa del tesoro
Jardines acuáticos, un campo de golf, un templo griego, un coto de caza con jabalíes, una cabaña de madera de cinco pisos, cascadas, estatuas de dioses griegos, cuadros millonarios y televisores frente a los retretes. Podría ser la lista de excentricidades de la residencia de un millonario estadounidense con veleidades políticas. Pero esa estrafalaria lista es parte de lo que hallaron los revolucionarios ucranianos que derribaron en el 2014 al presidente Víktor Yanukóvich en su palacio presidencial. Un palacio de su propiedad y construido mientras percibía un salario público. Una de las muchas posesiones del electo Yanukóvich en un país saqueado que pagaba los antirretrovirales al doble de su precio real y tenía niños con polio por la deficiente vacunación.
El periodista británico Oliver Bullough añade en Moneyland que tanto el palacio presidencial como las empresas carboneras o los palacios en Crimea de Yanukóvich... eran propiedad de empresas radicadas en el extranjero. En paraísos fiscales del Caribe, Chipre o Londres, porque Occidente también acepta ocultar fortunas. Y Yanukóvich es sólo uno de la larga lista de políticos, especialmente de países en desarrollo y de la ex-URSS, que recorre Moneyland, un libro sobre la intrincada red de paraísos fiscales, abogados e ingeniería financiera que constituye todo un país del dinero. Que va desde las islas Vírgenes británicas a Jersey, Panamá, Lichtenstein, Delaware, Nevada, las Caimán, Liberia o Suiza. Un país difuso que hace que los sátrapas africanos y los evasores occidentales tengan ventajas únicas que son parte del aumento de la desigualdad social: el dinero es internacional, pero las leyes no, y los ricos pueden vivir globalmente, seleccionando la legislación y el pasaporte que más les beneficia en cada momento.
El dinero siempre acaba en los mismos lugares, sean Londres, Nueva York o Miami, donde evita impuestos y se protege ante la confiscación. Un dinero que se blanquea a través de las mismas estructuras legales en el mismo puñado de jurisdicciones. Es el lado oscuro de la globalización y, recuerda Bullough, la situación fue similar tras la Primera Guerra Mundial. Y llevó al extremismo y la guerra. El sistema de Bretton Woods trató de cambiarlo evitando que el dinero fluyera entre países para especular, pero en los ochenta se desmanteló. Y hoy Moneyland es un país sin mapa, pero que está en todas partes.