Oro sólido
Una de las correlaciones entre activos más estudiadas es la del oro y los mercados financieros. Académicamente, el consenso ha señalado que existe una correlación inversa entre ambos, de forma que el oro suele actuar como un activo refugio cuando el dinero huye de las bolsas y, por el contrario, cuando el dinero inunda masivamente los mercados de valores, la cotización del metal desciende.
De ser cierta esta regla, la cotización actual del oro debería estar por los suelos, pero nada más lejos de la realidad. El metal precioso se encamina a cerrar un año brillante superando cotas anteriores a las del año 2010 y cotizando a 1.465 dólares la onza y una revalorización anual por encima del 14%.
Paradójicamente, los índices han ido avanzando en paralelo con el oro en una escalada de nuevos récords que no parece tener fin, que comparte como principal catalizador de la misma la eterna política de tipos de interés bajos, cuando no negativos, que despachan los grandes bancos centrales.
Cabe preguntarse si este rally del precio del oro va a continuar o por el contrario se desactivará y volverá a cumplir su papel de refugio para cuando bolsas o desórdenes geopolíticos varios devuelvan a los índices a la senda bajista. Los analistas se encuentran divididos al respecto, pero los más optimistas no descartan verlo cotizar a niveles de 1.600 dólares por onza en el año que viene.
En cualquier caso, el oro es un activo sólido que probablemente actuará como refugio de miedos, desacuerdos comerciales y económicos o correcciones de mercados que antes o después van a llegar con independencia de políticas macroeconómicas o acontecimientos impredecibles. Sea como sea, no parece descabellado apostar por un activo en racha que está mostrando una solidez envidiable y que puede hacer que sus carteras brillen como el oro en el 2020.
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